viernes, 26 de marzo de 2010

Entre la academia y el paseo.


Daniel R. Martí Capitanachi.
Recientemente y por invitación de la Universidad de Guadalajara asistí a la perla tapatía en carácter de profesor visitante. Dado que las sesiones de trabajo sólo eran vespertinas, tuve la oportunidad de merodear por el centro histórico y recorrer gran parte de sus ambientes públicos, algunos vetustos y descuidados, pero la mayoría limpísimos, recientemente restaurados, avituallados de cómodo mobiliario, música ambiental y vasta presencia de agua como elemento ornamental, medio para refrescar el microclima y bálsamo para relajar el espíritu.

Como en todas las ciudades, la mejor manera de conocer el modo de vida cotidiana es la charla con sus usuarios, ya sean paseantes o residentes. La plática en el espacio público surgió de manera obligada y recayó en este caso, casi como constante, en la estética del contexto que nos rodeaba.

Y aunque las opiniones eran variadas, todas coincidían en que se trataba el centro histórico de un espacio gratificante ante la acelerada vida de la urbe. Algunos comentaban:
¡que se gastó mucho dinero en su remodelación suprimiendo la respuesta a problemas sociales más apremiantes!,
¡que la autoridad al fin ha hecho algo, pero no aún lo suficiente, para remozar los espacios públicos como medio para atraer el turismo!,
¡que se introdujo una visión arquitectónica y urbanística que poco tenía que hacer en una ciudad de fundación virreinal!
ó, en oposición, ¡que faltó modernidad en la propuesta de habilitación del espacio público de cara al Siglo XXI!

Como en todo, las opiniones son diversas y reflejan sólo la postura de quien las emite, y en la mía propia, al conjuntar las escuchadas, concluí que se palpaba un orgullo colectivo sobre la belleza innegable de ese espacio, mismo que resguarda gran parte de la historia de la fundación de la ciudad.

Se trata el centro histórico de Guadalajara de un lugar lleno de vida, de día y de noche. Se corresponde con lo que los libros describen que los espacios de convivencia deben ser: aglutinadores de población, prestadores de servicios, sitios de reunión y expresión, escenarios artísticos, lugares accesibles para todos, sin distingos de edad, género o condición económica. Espacio seguro –mucha, quizá demasiada vigilancia- y sobre todo, escaparate de una intensa actividad económica, política y social.


De manera particular llamó mi atención el adusto diseño de la plaza que antecede el acceso al Hospicio Cabañas. Guiado por el interés de recordar los magníficos murales de José Clemente Orozco, me topé literlamente con ella y con una serie de extrañas figuras, surgidas de una pródiga y prolija imaginación artística.

Se trata de un conjunto de sillas diseñadas por un escultor local -Alejandro Colunga-, que sirven como mobiliario urbano usable por el transeúnte que, cansado de recorrer el largo pasadizo que va de la Catedral al Hospicio, busca una banca. O quizá, pomposamente sirven como esculturas urbanas, auténticas piezas de arte con una alta carga simbólica y lujo de detalles, dispuestas allí para quien sólo opte por admirarlas y, estando a su alrededor, escudriñar las huesudas manos o los provocadores zapatos que les sirven de sustento. Hay también quienes pretenden adivinar las intenciones del creador ó fotografiarlas hasta el cansancio, para al final, casi con timidez, aposentarse o vanidosamente, hacerse una foto, con, o encima de ellas.


Arte-objeto; así se le denomina a la tendencia, y aunque había oído del término, nunca lo había encontrado tan perfectamente acotado en la realidad, o al menos, tan vivido.

Estando sentado allí, justo sobre las peculiares sillas, de manera irreverente y casi como un pecador que ocupa de manera utilitaria una obra de arte, recordé acerca de la importancia de la belleza de la ciudad. De la preocupación de Camilo Sitte sobre el tema y las ideas vertidas en su obra Construcción de ciudades según principios artísticos, a finales del XIX. De su señalamiento sobre la plaza como centro estético urbano, espacio público por excelencia y escenario abierto para la contemplación arquitectónica.


Viví allí, frente al Hospicio, la importancia de la plaza como espacio público tal y como si estuviera en la Roma renacentista ó barroca, expectante ante el Campidoglio o la plaza de San Pedro, y reencontré el sentido y el esplendor de una explanada cuasi vacia, coronada esta vez a sus costados por el excelso trabajo del arte-objeto de Colunga.


Como arquitecto, reconocí la valía que un vestíbulo urbano agrega a un edificio al brindarle perspectiva; como persona, como simple paseante, agradecí la posibilidad de encontrar un sitio agradable, tranquilo y vibrante a la vez, que permite la cómoda contemplación de la ciudad, la arquitectura, las costumbres y la gente.

Al paso de los días y ante la oportunidad de escribir estas líneas, la reflexión que me atrapó refiere a la importancia de la ciudad vieja. Nos empeñamos los arquitectos por creer que somos los hacedores únicos - o al menos, los más importantes- de lo urbano. Trabajamos las mas de las veces en aras de la modernidad y la vanguardia; por la eficiencia del diseño. Nos preocupamos de lo complejo de las relaciones de la ciudad y su entorno y hablamos mucho sobre la sustentabilidad, sin necesariamente saber a qué nos referimos de manera exacta, o lo que es peor, sin saber qué hacer para lograrla.


En mi caso, insisto casi a diario sobre las normas relativas a la gran ciudad; sobre los derechos y obligaciones ciudadanos respecto del equitativo acceso al espacio urbano y medito poco sobre cómo disfrutarlo.

Pero, al comportarnos como personas, al escapar de nuestra formación profesional, involuntaria e invariablemente -al menos en mi caso-, es la ciudad de calles pequeñas y estrechas, la de arquitectura vieja, la hecha a escala del hombre, de recorrido fácil y orientación sencilla, la que efectivamente me hace sentir parte de ella, la que me resulta cómoda y entrañable.

Guadalajara, por supuesto, tiene una gran dosis de modernidad en otros sectores. En el gremio de la arquitectura se habla inclusive de la enorme valía de los proyectos presentados a la fundación Guggenheim para hacer posible la construcción de un nuevo museo, o de la alta tecnología con que se construye el nuevo estadio de foot ball. En el trayecto a la Universidad se observa el trazo diferenciado de carriles viales para transporte público y privado emulando a las ciudades brasileñas; desde lejos, se ven las torres habitacionales, financieras y de negocios con que ahora se enorgullece la ciudad. Es evidente la pujanza económica manifiesta en grandes dosis de modernidad... ¿o posmodernidad?, que se abren paso en nombre de una necesaria puesta al día, reclamada por la globalización económica y la velocidad de la vida impuesta por la sociedad de la información.

Ante todo ello y sin mucha lógica, sigo prefiriendo el espacio público concentrado en el centro histórico, en la ciudad vieja. Ante la generosa invitación para conocer lo nuevo -el estatus del progreso-, sigo prefiriendo la llamada del pasado, quizá porque éste, al menos en lo urbano, era mucho más amable, bello y humano. De lo contemporáneo me quedo con el surrealismo de las sillas y poltronas, con la librería del Hospicio y el cafecín alojado a un costado del Teatro Degollado.


Sirva este texto para saludar a Daniel González Romero y a Mayte Pérez Bourzac, así como a los amigos estudiantes del doctorado ubicado en aquellas bellas tierras; para agradecer sus atenciones y la oportunidad de disfrutar una enriquecedora estancia académica y una plácida y memorable visita.

lunes, 22 de marzo de 2010

Ciudad y ciudadanía según Aristóteles


La Política.
Libro III
Párrafo 3 del Capítulo 9 de la Antología.

Comentarios de:
Eduardo Teillet Roldán.
Departamento de Filosofía.
IES Victorio Macho. Palencia.

Términos a explicar: oligárquico, vivir bien, virtud, ciudad.

I) Se trata de un texto de filosofía política, en cuanto que el autor se propone aclarar qué condiciones deben darse para que haya ciudad y ciudadanía. A modo de resumen podemos decir que Aristóteles se propone mostrar qué rasgos son los esenciales de una ciudad frente a otros que podrían tomarse por tales pero que no lo son.
Su tesis central podemos considerar que es: la ciudad y la ley deben ordenarse a la consecución de al virtud de sus ciudadanos.

II) Para sostener esta tesis Aristóteles articula su texto en dos partes. La primera de ellas se extendería desde el principio hasta la línea 16ª. La segunda iría desde ahí hasta el final.

En la primera parte Aristóteles considera varias características que podrían tomarse como fundamento de la vida ciudadana, pero las descarta porque carecen de lo esencial. La comunidad política no se da simplemente

• Porque se de la participación en las riquezas.
• Porque se reúnan sólo para sobrevivir y no para vivir bien.
• Porque se alíen para fines militares o económicos.

En efecto, la participación y el disfrute de los bienes económicos y de las propiedades se da en la comunidad política, pero ello sólo no alcanza a cumplir lo que es su fin propio.

La ciudad, como dice Aristóteles se origina en la urgencia del vivir, de manera que la pertenencia a una comunidad política hace posible nuestra subsistencia, pero el seguir viviendo no constituye el fin propio de la ciudad, porque hay otras asociaciones que pueden garantizar este objetivo, de manera que no es una condición suficiente de la existencia de la ciudad. Si así fuese, también una manada de lobos, que hace posible la vida y la supervivencia de sus miembros, sería una ciudad.
Y, en fin, tampoco hay ciudad simplemente porque se de una asociación para la defensa mutua y para el intercambio económico. Y la razón es que ninguna de esas asociaciones se ordena a lo que es propio de la ciudad, puesto que estas asociaciones pueden funcionar y subsistir sin atender a la dimensión moral de sus componentes. No se cuidan de cómo deben ser sus miembros. Es decir, descuidan por completo la dimensión moral de la vida humana. Una sociedad anónima, una banda de delincuentes o un ejército sólo exigen de sus miembros que se comporten de acuerdo a las normas internas que permitan a ese modo de asociación seguir funcionando. Sin embargo, la ciudad y la ley justa deben proponerse otros fines.

En la segunda parte se refiere a lo que sí es el érgon propio de la ciudad. Aquí Aristóteles considera que la ética debe integrase y completarse en la política, que es el único marco en el que se puede obtener el bien propio del hombre. Por eso la cuidad y sus leyes no deben cuidar simplemente los aspectos funcionales, sino que deben producir una reglamentación y un régimen de vida que tengan por objeto el cultivo de la virtud y el cuidado por la mejora de los ciudadanos. Esto significa que debe haber lo que Aristóteles llama amistad entre los ciudadanos; solidaridad, fraternidad (philía), interés positivo en la moralidad de los conciudadanos, en el éthos cívico. Los derechos deben cuidarse y protegerse, pero es necesario añadir lo más propio de la ciudad: la promoción de la virtud, la mejora moral de los ciudadanos y el cuidado de todo aquello que ordena la convivencia a una vida plena, acorde con la naturaleza del hombre, con lo que es su esencia, su forma, o sea, su racionalidad. Por eso dice Aristóteles que el hombre es el animal más social, porque tiene lenguaje y el lenguaje es el lugar propio de la racionalidad; es el vehículo de la educación y de la transmisión racional del sentido de lo justo y de lo bueno. Por eso, una concepción sustantiva del bien debe ser algo comúnmente admitido por los ciudadanos, porque esto es lo que funda la convivencia.

III)Oligárquico:
La oligarquía es una degeneración de la aristocracia y es definida por Aristóteles como la forma de gobierno en la que se atiende sólo al interés de los gobernantes, que suelen ser pocos y ricos. No obstante, lo que define a la oligarquía es el gobierno de los ricos al servicio de sus intereses, aunque sean muchos. De manera, que si se diese el caso anómalo de que la mayor parte de la población posee una gran cantidad de bienes y ellos son los que gobiernan, esto no sería una democracia, sino una oligarquía, aunque el gobierno coincida con la mayoría. Pero lo normal es que los ricos sean pocos.

Vivir bien:
Ya lo hemos explicado en II). Vivir bien es el concepto aristotélico de eudaimonía o felicidad, vida plenamente realizada. La buena vida está hecha de buenas acciones.

Virtud:
Las virtudes son rasgos de nuestro carácter, pero nuestro carácter no es algo oculto y privado, sino que es nuestro estilo de vida y ese estilo puede tener unos rasgos propios del hombre virtuoso, excelente, o del hombre vicioso y depauperado, incapaz, por su estilo de vida, por su carácter, de lograr su fin como hombre, que es un imperativo de su naturaleza humana.
La virtud es excelencia, es la mejor disposición a vivir de acuerdo con el fin propio del hombre, que es la eudaimonía. Y esa virtud, la perfila Aristóteles como el término medio entre dos posibles extremos en el momento de actuar. Pero el término medio no es el medio de una magnitud, sino el medio en relación a nosotros, a nuestra circunstancia concreta y, a veces, puede estar más cerca del exceso y otras veces del defecto.
Aristóteles distingue entre las virtudes resultan del esfuerzo de la voluntad, del empeño en la acción, y las virtudes que tienen que ver con la razón. Estas son las virtudes intelectuales o dianoéticas. Las otras son las éticas o morales.

Ciudad:
La ciudad es una comunidad natural
Que tiene por finalidad la vida buena y virtuosa, porque este es el fin del hombre. Es anterior al propio individuo. Su anterioridad es metafísica. Esto no quiere decir que no sea real o no pueda constatarse empíricamente. Lo que significa es que, considerada la forma del hombre, su esencia, su naturaleza, debemos admitir la tendencia intrínseca del animal humano a la vida social, pero no a cualquier género de vida social, sino a aquella cuya índole le permite vivir como un hombre. De acuerdo a su dignidad humana, diríamos hoy. La búsqueda de la dignidad no es una actividad contingente, sino consubstancial al hombre, o sea, que es una exigencia de su sustancia, en cuanto animal específicamente distinto a otros. Por eso su naturaleza es política y no meramente social. La ciudad es el telos interno que regula la relación social entre hombres.
No obstante, Aristóteles excluía de la ciudad a algunos de sus habitantes. El concepto de ciudad es un concepto moral, no demográfico, geográfico o ecológico. Por ello, los agricultores y en general los trabajadores manuales debían ser para Aristóteles esclavos y, por tanto, no serían miembros de la ciudad.

lunes, 15 de marzo de 2010

La narrativa como experiencia de cultura urbana.

Mtra. Harmida Rubio Gutiérrez
Facultad de Arquitectura Xalapa.
Universidad Veracruzana

NARRAR COMO HABITAR
Narrar es un oficio inquieto y antiguo, como las ciudades. El contar la vida, la pasada o la posible, es una forma de catarsis, una reflexión sobre el ayer, una invocación, un puente hacia el futuro. Al narrar se recuenta y se construye. En torno al narrador -el juglar, el filósofo, el artista, el poeta-, la sociedad se congrega en un espacio público a imaginar historias, a pensarlas, a crear las propias.
A través de narraciones vamos viviendo las distintas etapas de la vida. Cuando somos niños nos dirigen al espacio de los sueños con historias, y son éstas las que nos llevamos en la mente no sólo al dormirnos, sino en la vigilia y durante toda nuestra vida.
Cuando crecemos, ya no nos conformamos con que nos cuenten, necesitamos ser ahora nosotros quienes inventemos lo que pasa. Nos volvemos protagonistas y nos hacemos adictos a las anécdotas.
Los griegos pensaban que las cosas ocurrían solo para que los humanos pudieran contarlas. Así es, necesitamos reconocernos en nuestras mentes, en nuestros espacios, voltear atrás, rememorar y conmemorar. Acordarnos en conjunto de las experiencias propias y las de grupo. Finalmente la palabra contar tiene inmersos dos significados: el de narrar, pero también el de enumerar, el de pensar y calcular.
Así, las sociedades también se construyen de historias. Los imaginarios en los cuales están soportadas las mantienen unidas, cohesionadas en un mismo espacio al pasar del tiempo. La historia, las tradiciones, las promesas de campaña, las añoranzas, la idea de prosperidad, son narraciones que generan acciones en lo individual y en lo colectivo.

Imagen 1: “Una calle en la Habana Vieja”. Foto: Harmida Rubio
Nos alimentamos de narraciones: la religión, la ciencia, la creación artística, la filosofía, cada una de ellas se expone al mundo también a través de historias.
Sin embargo, las historias dependen mucho de sus personajes, pero también de sus escenarios. Julio Sánchez Juárez, revolucionario en la enseñanza de la arquitectura en el Estado de Veracruz decía la arquitectura es el escenario para la vida; y tenía toda la razón. Dependiendo de las calles, los árboles, las luces, los tugurios, los parques, las casas, las azoteas; las historias serán distintas. Así también lo afirma Enrique Vargas, creador del Teatro de los Sentidos: Se podría decir que la ciudad en que vivimos es nuestra coprotagonista, nuestra pareja de baile. ¿Sería yo el mismo si tuviera que bailar con Londres, con Sao Paulo, con Nairobi o con Bogotá? También afirma, como esta ponencia, que las ciudades no sólo son construcciones y calles: …lo que hace posible a una ciudad, lo que le da forma no es su estructura visible sino la invisible, la creada por los hilos que los habitantes de la ciudad tejen entre sí, consigo mismos, con su entorno y con sus mitos de origen.

CONTAR LAS CIUDADES
Dice Augusto Monterroso, uno de los maestros en el arte de narrar, que un buen cuento es el que te deja después de leerlo, un poco diferente en tu interior. Así, la narración lleva implícita una transformación de quien la recibe, pero también de quien la crea.
El poner ante el lector, el espectador, o el ciudadano, historias con las que pueda llegar a identificarse; o historias descabelladas, pero que le den la idea de que es posible que las cosas sean distintas; puede ser un camino hacia la recuperación de la ciudad y su cultura. Simplemente el provocar en el ciudadano la curiosidad de vivir y observar partes de su ciudad que jamás había mirado, o mejor aún, mirarlas de otra forma; ya es un logro.
¿Cómo puede cuidarse y apreciarse algo que no se conoce? ¿Cómo interesarse en un lugar que nos es indiferente y ajeno? ¿Cómo encontrar en la ciudad el mejor campo de aventuras, encuentros, deseos y transformaciones?
La literatura y el cine, por ejemplo, han sido elementos fundamentales para lograr esas transformaciones personales de las que hablamos. Novelistas, cuentistas y cronistas de todas nacionalidades nos han hecho pensar en las revoluciones sociales-urbanas de los últimos tiempos y han cambiado, o al menos aclarado, la visión de las ciudades contemporáneas: Guadalupe Loaeza, Carlos Monsivais, Juan Villoro, Juan José Millás, en el ámbito hispanoamericano; y los ya clásicos Italo Calvino y Julio Cortázar, ponen de manifiesto realidades existentes y alternas de las ciudades en las que vivimos.
Pero ¿toda la gente tiene acceso a esta literatura? ¿A quién le interesa leer y transformarse interiormente con este acto? ¿Puede darse una real difusión de la narrativa urbana a través de los libros y los medios escritos?
José Antonio Marina, investigador y semiótico español, dice: Los suplementos culturales sufren la tentación del ombliguismo autorreferente. Protagonistas de la cultura “cinco estrellas” hablan para los interesados en la cultura cinco estrellas…Si esto es así, algo anda mal…La vida va por un lado y la cultura por otro. Pero no tiene por qué ser así. Lo importante de la cultura es que amplía nuestras posibilidades de percibir, de sentir, de expresarnos, de comprender. Es la manifestación de la inteligencia creadora, que hace mucho con muy poco. Es la euforia de la libertad compartida. O esas creaciones hacen más sensibles, interesantes y perspicaces a las personas, y más brillante y rica la realidad, o son meros alardes de prestidigitación.
Tomando esto como base me atrevo a hacer una aproximación, más que una propuesta, una provocación; una reflexión surgida del planteamiento muy usado por los narradores: ¿qué pasaría si…? Observemos los procesos de publicidad y marketing.
Quienes han sabido manejar de manera muy efectiva el uso de la narrativa como estrategia para modificar percepciones exteriores e interiores del ser humano, han sido los publicistas, los maestros del marketing, que transforman historias en deseos e inventan memorias inexistentes. El punto es que en el caso del marketing el objetivo es vender. En el caso de la cultura ciudadana se trata de la generación de un cambio de conciencia, o más bien, de un despertar de una conciencia que ya existe, pero que por alguna razón está acallada.
Los publicistas han utilizado la narrativa como estrategia de mercado con resultados indiscutibles. Incluso han creado algunos comerciales con formato cinematográfico, que contienen mini historias con las que el consumidor se siente identificado, o busca identificarse con sus protagonistas a partir de la compra del producto. El marketing maneja emociones, estudia a los seres humanos y escudriña su sentir, para usarlo a su favor.

Imagen 2: “Pareja tomando el sol en la Avenida 9 de Julio, ante los autos y los espectaculares. Foto: Harmida Rubio
Esto no es el hallazgo del hilo negro, el marketing urbano, o de ciudad, tiene décadas existiendo. Una de las ciudades en las que se ha probado es Barcelona; ciudad en la que los procesos de transformación urbano-arquitectónicos fueron a la par de los procesos culturales urbanos. De esta forma, surge en esa ciudad, el llamado Modelo Barcelona que alude, como ya se ha dicho, a una cuestión bipartita: la urbanística y la cultural. Espacio y cultura se iban desarrollando de la mano, con sus errores y sus aciertos.
En el ensayo Barcelona: del modelo a la marca, investigación realizada por Mari Paz Balibrea, se describen los componentes de dicho modelo: a) La cultura como historia de las diferentes disciplinas y artes relevantes al desarrollo del modelo. b) La cultura como la construcción, el ejercicio y la modificación social de los valores, los principios, las prácticas y la percepción del entorno. c) La cultura como sector económico-social. La investigadora hace una crítica a la actual aplicación del modelo, concluyendo que se ha vuelto insostenible, cada vez más interesado en la visión exterior y global de la ciudad, que en el bienestar de sus ciudadanos. Ese es el riesgo.
Sin embargo, no se plantea aquí hacer marketing de la ciudad, ni vender ningún espacio, ni seguir fomentando la cultura del consumo. Simplemente se trata de reconocer que la narrativa como estrategia para llegar a la conciencia social a través de los medios masivos de comunicación, puede resultar efectiva, divertida, emotiva y, aquí la aportación: responsable.
Pensemos en las películas, en las series de televisión, en las telenovelas, en los programas de concursos, en los conciertos, en las revistas, los periódicos, la radio y el internet. Tal vez podamos imaginarnos crear historias en esos lugares, a favor de la ciudad y quienes la habitan.
He aquí un fragmento de un cuento que pretende ser el primero de una serie de crónicas ficticias de la ciudad de Xalapa, para publicarse en un periódico local, precisamente con el objetivo de despertar el interés narrativo hacia la ciudad:
Después de buscar el tatuaje interior en las damas y no encontrarlo,
el joven con alas llora.
Pero como no es de este mundo, no suelta lágrimas por los ojos,
sino que desvanece plumas por las calles,
que quedan como manchones blancos sobre las aceras…
aquellas manchas que mucha gente confunde con caca de paloma
.
Balada del joven con alas. Harmida Rubio

HISTORIAS Y ARTE EN LAS CALLES
Todo lo que una persona pueda imaginar, otra podrá hacerlo realidad.
Julio Verne

La ciudad aparece ante nuestros ojos y nuestros sentidos como un cúmulo de lugares interconectados mentalmente a partir de nuestras pequeñas historias cotidianas. Cada ciudadano posee una ciudad distinta. Cada mente articula memorias y deseos diferentes, y eso es precisamente lo que le da riqueza y encanto a las ciudades.
Sin embargo, sí que hay espacios e historias que se repiten en la imaginación de muchos. Es ahí donde se construyen los imaginarios culturales y también sus topografías.
Esto lo han sabido desde hace siglos los políticos, los luchadores sociales y los comerciantes. El ágora, la plaza pública y el mercado han sido el sustento espacial de cada uno de ellos. El espacio, y no sólo las palabras y los actos, es la estrategia.
La mención de estos tres personajes no es casual, son los políticos, los luchadores sociales y los comerciantes ejemplos contundentes de cambios urbanos a través del uso de la narrativa.
Cortázar decía El cuento tiene que nacer puente, tiene que nacer pasaje, refiriéndose a que al narrar, escritor y lector establecen una relación creativa. Una relación de comunicación e intercambio. No sólo quien narra produce imágenes, sino también quien las recibe.

Imagen 3: “Mural en el barrio chino de la Habana” Foto: Harmida Rubio
Dentro de este contexto, damos paso a otra figura indispensable en el arte de narrar ligado a la ciudad: Los artistas. Pintores, escultores, fotógrafos, artistas visuales, bailarines, actores, músicos, cineastas y toda una variedad de creadores, tienen el ejercicio y el ingenio de narrar. Transmiten también historias y provocan una reflexión interna después de su escucha o su contemplación. La cuestión es ligar la narrativa de los artistas a los ciudadanos comunes y corrientes, a los de a pié, y no sólamente a los interesados por el arte. Se trata de establecer esos puentes de los que habla Cortázar, para ir hilvanando historias colectivas que la gente haga suyas, en los lugares precisos. El punto es saber utilizar esas coincidencias narrativas a favor de la ciudad, del bien común, de los espacios públicos, del ser humano, de la misma construcción de otras historias.
Estamos hablando de arte urbano, el arte público por excelencia. Aquí, es necesario detenerse un momento y repensar este tipo de arte y su sentido, analizar cual ha sido su impacto en la conciencia de los ciudadanos y cuales han sido sus resultados.
Se plantea en muchos de los casos el arte urbano como un generador de crítica social, como un elemento que pone en la mesa los conflictos actuales, sus visiones, sus desesperanzas, su desaprobación. Es en este punto en donde hay que llegar más lejos. No sólo se precisa la crítica, la reflexión aguda sobre las ciudades contemporáneas; sino también hacen falta alternativas y esperanzas. Es precisamente este aspecto en el que la narrativa juega un papel determinante. Los novelistas escribimos para intentar recuperar el paraíso perdido, para restituir aquello que se ha ido, para luchar contra la decadencia y el fin inexorable de las cosas dice Rosa Montero en su libro: La loca de la casa. El artista es el vehículo de demostración de mundos posibles. De esta forma, se propone aquí que ése sea su papel. El de la lucha por el regreso al bienestar, el de la ensoñación, el de mostrar lo distinto y lo inimaginable en la ciudad, como escenario verosímil de nuestras vidas.
A este respecto, dice Néstor García Canclini: Estamos en el momento antropológico del arte. Artistas y antropólogos coinciden en deconstruir los museos, los lugares de solemnización de la cultura y abrir la mirada hacia nuevas experiencias… Estaría bien relacionar la resistencia con el asombro. Porque muchas veces la resistencia se reactiva a partir del lugar o de las costumbres en las que estamos instalados. En cambio, cuando nos asombramos ante lo distinto, entendemos más del mundo.
Esta práctica del arte como estrategia de difusión de cultura urbana, se ha realizado en muchas ciudades con resultados variables, pero una de las que sobresalen por su constancia y generación de debate es, otra vez, Barcelona.
El arte urbano es ahí pan de cada día. Las estatuas vivientes, los bailarines callejeros, los grafiteros, los músicos y otros artistas más, se mezclan con los ciudadanos y completan la imagen de la ciudad en algunas zonas. Existen ciclos de arte itinerante, como uno llamado días de danza, en el que, bailarines de todo el mundo se presentan ante la ciudad colgados de los edificios y las casas del barrio gótico, bailando por encima de la alberca olímpica de Montjuic, presentándose en la entrada del MACBA.
Sin embargo, estas zonas iluminadas por el arte, son siempre las mismas, no solo en Barcelona sino en todo el mundo: los centros históricos, los lugares turísticos, los parques. Sobre esto, García Canclini también aclara el panorama: Una de las tareas del arte es dar puntuaciones, lugares significativos para que la ciudad tenga más sentido. Una de las tareas de los artistas puede ser buscar los intersticios, el modo de hacer ver aquello que en el tráfico queda oculto…o que puede ser valioso lo que les sucede a otros y muchos no vemos. Colocarse en lugares interculturales, lugares de cruce que amplifiquen nuestra experiencia.
En cualquier caso, la propuesta es generar las narraciones mediante el arte que ofrezcan al ciudadano alternativas de ciudad mejor; y por supuesto, hacer estratégicos los lugares de exposición, buscando hacer propia la ciudad y transformarla. No por nada Mario Benedetti tituló a un poema Cada ciudad puede ser otra.
Con este sentido, la exposición fotográfica-literaria Mini Historias de ventanas, la he presentado en varios lugares del Estado de Veracruz (Facultad de Arquitectura UV Xalapa, feria del pueblo de Santiago Tuxtla, Universidad Anáhuac del Sur en el DF, y Zona Centro bar cultural en Xalapa); ante personajes diametralmente opuestos, pero a la vez igualmente sensibles a las historias que ahí se contaban. Cada composición, de las 20 que integran la exposición, está compuesta por una fotografía y un relato de mi autoría. Las ventanas son de lugares como Lisboa, La Habana, Xalapa, Buenos Aires y otras ciudades, y los textos no necesariamente aluden al lugar dónde fue tomada la foto, simplemente son una interpretación de lo que este elemento urbano puede provocar en quien lo habita o lo contempla.

Imagen 4: Foto y texto: Harmida Rubio

NARRAR LA CIUDAD DESDE SUS ENTRAÑAS.
UN PROCESO DE ESPERANZA
En el África mediterránea, es Anance la gran tejedora,
la que con sus hilos teje las pasiones,
las vidas, las alegrías, los pueblos, las ciudades…
Al nacer cada uno recibe de Anance un hilo.
Cada hilo lleva a un destino diferente al de los otros.
Pero cada uno debe descubrir por si mismo
porqué le tocó ese hilo y no otro.
Sólo aquel que lo descubra lo podrá vivir.
El que no, nunca sabrá qué busca.

Teatro de los sentidos

¿Cómo realmente perciben la ciudad sus habitantes? ¿De cuántas maneras es y puede ser una ciudad? ¿Cómo volver posibles las cosas deseables? ¿Cómo sorprendernos a nosotros mismos pensando en historias alternas de nuestras vidas y nuestras ciudades?
Rosa Montero dice que al camino de la narrativa hay que entrar cargado de preguntas, más que de respuestas. Esa posibilidad la da la imaginación, la construcción de historias, que salen de adentro de nosotros sin saber que las tenemos dentro. De manera conciente e inconsciente, guardamos todo aquello que nos parece importante en nuestra mente. Así, la interpretación profunda de la ciudad y sus significados está en el interior de los ciudadanos, aunque no la materialicen en palabras. Esa información, esas imágenes se han desarrollado ahí.
Hay un concepto manejado por los teóricos del paisaje contemporáneo: Los paisajes de la fe. Éstos no tienen que ver exclusivamente con aspectos religiosos; sino que más bien, son aquellos paisajes que están incompletos por sí mismos, sin la interpretación de la comunidad que los habita y los entiende.
Así, la percepción del paisaje contemporáneo, ya sea natural, humano o urbano; se da a partir de una ensalada de aspectos hondos e inherentes al ser humano y su entorno: estética, ética, sensualidad e identidad; factores que se tejen a partir de las narraciones dentro de la ciudad. Éstos pueden ser descubiertos por observación; pero también deben ser identificados desde la voz de su gente.

Imagen 5 “Hallazgo en Monterrey 2007” Foto: Harmida Rubio.
En la película La Aldea (The Village) del año 2004, escrita y dirigida por M. Night Shyamalan aparece toda esa concepción cultural del paisaje. Se le otorgan al bosque que rodea a la comunidad; personajes, peligros y misterios que son construidos por el consejo de ancianos de la Aldea, con el objetivo de mantenerla aislada del mundo y el tiempo exterior. ¿Qué hubiera pasado si los aldeanos se hubieran cuestionado que había más allá del boque? ¿Y si pensaran en la oportunidad de expresar lo que soñaban? ¿Y si se hubieran dado cuenta de que muchos coincidían en sus deseos?
En esta propuesta se pretende que la comunidad -y no sólo un grupo de poder- construya sus propias narraciones, las necesarias para hacer suyo su espacio, hacerse cargo de él y seguir edificando su ciudad en lo imaginario y en lo físico de la mejor manera.
Es aquí donde se da paso a una técnica relativamente nueva, surgida desde la psicología y desarrollada por Michael Wihite y David Epston en Australia, llamada Relato Colectivo.
Se trata de elaborar, con las experiencias, deseos, memorias y sueños de la comunidad, un solo relato; con sus frases más significativas, sus imágenes, sus filosofías, sus metáforas, los tiempos significativos de su pasado, presente y futuro; y aquellas ideas de transformación o de construcción, que le den unidad a la colectividad. Es importante señalar, que en los relatos colectivos, pueden darse cualquier tipo de expresiones: gráficas, cinematográficas, teatrales, no solamente escritas.
Herman Hesse, escritor y filósofo existencialista, dijo que buscar significa tener un objetivo, pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos. Este es el principio básico de este tipo de relato. Se trata de aprovechar la sorpresa de los hallazgos; de crear nuevas historias ligadas a las memorias, pero a las sanas, las preferidas, no a las problemáticas.
Withe y Epston, en su libro: Medios narrativos para fines terapéuticos compara la terapia narrativa con otro tipo de abordajes psicológicos, como las ciencias físicas positivistas o las ciencias biológicas, en las que primero se diagnostica el problema y luego se actúa para resolverlo. En el caso de la narrativa no es este el procedimiento. Sí que se identifican las problemáticas, sin embargo, no es la respuesta a ellas el germen de una nueva realidad. La narrativa propone crear historias alternas, no únicamente centradas en la solución de un problema, sino posibilidades ilimitadas surgidas a partir de la creación de historias. Así, refiriéndose a la memoria y a la creación narrativa Withe y Epston dicen lo siguiente: Los relatos están llenos de lagunas que las personas deben llenar para que sea posible representarlos. Estas lagunas ponen en marcha la experiencia vivida y la imaginación de las personas. Con cada nueva versión, las personas reescriben sus vidas. La evolución vital es similar al proceso de reescribir, por el que las personas entran en los relatos, se apoderan de ellos y los hacen suyos.

Imagen 6: “Niñas pintando en taller participativo en Xalapa” Foto: René Alvarado
El relato colectivo dentro del contexto de esta ponencia, se propone como una herramienta de entendimiento y de creación a favor de la ciudad y la ciudadanía, no propiamente como terapia; sin embargo, el proceso es bastante similar. Éste se da a partir de preguntas detonadoras y provocadoras de la imaginación, que lleven al individuo o al grupo social a un lugar o a una imagen que será el inicio del viaje narrativo. Incluso la pregunta o la frase de invitación puede ser sólo una, que contenga la fuerza y la contundencia precisa para generar la narración.
Cuando se crea un relato, se pierde una parte de la conciencia y emergen otras, y es por eso que el resultado sorprende, sobre todo a quien lo genera. A veces tengo la impresión de que surjo de lo que he escrito, como una serpiente surge de su piel dijo Vila – Matas hablando sobre lo que era para él escribir una novela. Es por este aspecto que el relato colectivo es tan revelador.
Aquí se expone un extracto de un relato colectivo, creado por estudiantes de preparatoria de la comunidad de Xico, Veracruz a los que previamente se les había mostrado un audiovisual de Venecia que los integraba a ellos como protagonistas. Después, se les pidió que escribieran su propia historia, en la que ellos y Xico fueran los personajes principales. Volver la ciudad un personaje es una imagen que genera muchos caminos. El relato resultó en una serie de reflexiones, confesiones, deseos y memorias, que los dejó reflexionando y con la inquietud de detenerse a mirar más profundamente su entorno:

Las cascadas
Se siente ese olor a tierra mojada, estamos en una montaña gigante, desde las alturas vemos el agua que cae rápidamente, parecen chorros de espuma. ¡Estamos en las cascadas de Texolo!
Bajando podemos ver un monte y más allá una calzada muy larga y muy limpia. Hay un camino empedrado y matas de café. Bajamos, se puede oír el sonido del agua. Cuando vemos la cascada imaginamos que estamos dentro de ella, mojándonos, donde nadie pueda decirnos nada, donde solamente pensemos en nosotros mismos.
Sentimos como si fuéramos volando por el aire refrescante que se siente al respirar. Vemos los árboles que son muy grandes, cómo el sol le da luz a las plantas. El sol hace muchos arcoiris pequeños al caer el agua, quisiéramos estar ahí… ¿cómo se sentiría el agua fresca en nuestra piel? Nos preguntamos ¿Cuántos años tardó en formarse esta maravilla?
Nos quitamos los zapatos rápidamente y nos acostamos en una piedra viendo el cielo, las nubes, y empezamos a decir lo que vemos. Nos mojamos los pies.


Todas las frases que están en este relato, que en su totalidad es de ocho cuartillas, son escritas y creadas por los jóvenes. Lo que hace quien recopila el relato colectivo es hilvanar las ideas, darles orden y secuencia; pero sin cambiar su sentido.
Esta herramienta servirá al arquitecto, al urbanista, al político y al académico para entender la realidad urbana desde una perspectiva subjetiva e interior, individual pero a la vez colectiva. Pero sobre todo, un relato colectivo bien logrado sirve a la comunidad; para darle fuerza y cohesionarla. Así, la comunidad es quien narra su historia y la compone, siendo ésta y su entorno, los protagonistas.

HACER DE LA CIUDAD UN RELATO
LA NARRATIVA COMO BASE DE PROYECTO
Explícame y olvidaré,
muéstrame y recordaré,
déjame hacerlo y lo aprenderé

Confucio

Alguna vez se me cuestionó el porqué anteponía la visión del estudiante de arquitectura a la percepción de la comunidad que es atendida; contesté que no era así, que prevalecía la visión del grupo poblacional sobre la del proyectista, pero ahora pienso que no es necesariamente cierto. En el proceso de proyectación, es imposible dejar de lado la mirada del traductor, del interpretador, del proyectista. El proceso creativo involucra inevitablemente el sentir, pensar y actuar de quien proyecta, y eso precisamente es lo que le da la riqueza a la obra física; la combinación de las dos miradas, la de la sociedad y la de quien traduce sus deseos. Por eso es tan importante trabajar sobre la formación de nuevos arquitectos y urbanistas.
Acercando el diseño a la narrativa, Luis Porter, en su libro Imaginación y educación: complejidad y lentitud en el aprendizaje del diseño, señala que la narrativa es un proceso de aprendizaje, donde el estudiante de arquitectura debe aprender a contar cuentos para que sea capaz de articular dos lenguajes: el conceptual y el visual o físico, que es en el que se le da forma a la obra.
Complementando lo dicho por Porter, en la narrativa como proceso de proyecto, se funden dos interpretaciones, la externa compuesta por las necesidades, historia y deseos de la comunidad; y la interna, la experiencia de vida del estudiante. Pero ¿Cómo unir estos dos niveles de percepción y expresión? ¿Cómo ligar el pensamiento imaginativo con el objetivo? ¿Cómo lograr que el estudiante genere espacios concretos a partir de sentimientos, conceptos y cuentos?
Como preludio a esta ponencia, en un artículo denominado Proyecto, narrativa, estética y simbolismo para un proceso urbanístico veracruzano con una nueva visión; puse en la mesa la siguiente reflexión: La narrativa espacial, así como la de la literatura, está sustentada sobre una estructura, en la cual aparecen unidades básicas -Aristóteles- sobre las cuales se ejerce la mayor fuerza de una narración. Estas unidades son los acontecimientos más importantes que tendrán que irse conectando para dar a la historia coherencia y fuerza. Espacialmente es lo mismo. Dentro de un asentamiento o territorio, existen lugares que concentran la historia y el valor simbólico más representativo para la comunidad y que necesitarán ser conectados por otros lugares complementarios que conformen al espacio urbano (o rural) como un todo heterogéneo…Así pues, se trata de una cuestión de flujos y lenguajes, de conexiones e interpretaciones, de legibilidad del espacio arquitectónico, urbano y territorial y de entendimiento de los imaginarios colectivos principales.

Imagen 7: “Estudiante de arquitectura dibujando en la ciudad de Valparaíso” Foto: Harmida Rubio
Sin embargo, dentro de todo ello, aún no se resuelve cómo puede darse la mezcla entre historia externa -social y del entorno- e historia interna -la personal del estudiante, del arquitecto-.
Al respecto, dentro del Taller de Diseño Arquitectónico de 8º y 9º semestre de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana, he experimentado junto con el equipo de profesoras que coordinamos ese taller, el siguiente proceso alterno para llegar de otra forma al diseño por narrativa:
Así como el escritor maneja distintos componentes de la narración en un mismo texto -Tema, anécdota, trama, tono narrativo y título-, dentro de la arquitectura, el proyectista genera la misma construcción mental, saltando de un paso a otro, de manera intermitente. Así pues, para aclarar el panorama, se establecen las siguientes analogías entre la narrativa literaria y la arquitectónica/urbana:

Narrativa literaria Narrativa espacial: arquitectónica/urbana
Tema: El aspecto profundo que subyace a la narración, lo que el autor realmente quiere decir y de lo cual desea establecer una comunicación con su lector: la muerte, el amor, la identidad, etc.
Tema: La base conceptual del proyecto, lo que se quiere expresar con la arquitectura, la filosofía descrita mediante materiales, luz, monumentalidad o localización de los espacios.
Anécdota: la historia en sí, lo que se cuenta, lo que en cine se llama sinopsis. Los acontecimientos que les ocurren a los personajes en una situación determinada.
Anécdota: Las intenciones del proyecto. El cúmulo de emociones y sensaciones que se desea provocar en quien habita el espacio, la secuencia de los ambientes, su conectividad y su presencia en la ciudad.
Trama: El hilo conductor de la historia. Los elementos recurrentes mediante los cuales el escritor va dirigiendo la historia. En el caso de Como agua para chocolate de Laura Ezquivel, la trama es la comida.
Trama: El hilo conductor del proyecto. El elemento espacial protagonista en el espacio, la materia prima básica con la que se construye determinado proyecto: Por ejemplo: la luz, el color, las texturas, la geometría, la vegetación.
Tono narrativo: el sentido emocional que se le da al texto. El humor mood que quiere transmitir el creador.
Tono narrativo: También se refiere al humor, el estado emocional, al del autor y al que quiere provocar con la obra. Este tiene que ver mucho con la temporalidad, día, tarde, noche, pero también con el tipo de atmósferas que pretende transmitir.
Título: La condensación de todos los aspectos anteriores, en una frase que atrape al lector.
Título: La condensación de todos los aspectos anteriores, que generalmente sirve para explicarse a sí mismo y al cliente o usuario el proyecto.
La manera de abordar estos aspectos en el taller, fue mediante un ejercicio por cada uno de ellos; conectándolos entre sí, entre dibujos y maquetas, generando espacios parciales y regresando a la ciudad como punto de partida, y poco a poco se fue construyendo la narración general del proyecto de cada estudiante. Algunos utilizaron la luz para comunicar emociones y provocar situaciones; otros se valieron del color para generar atmósferas y dejar fluir la narración; y otros más, se aprovecharon el manejo de planos o de vegetación para hilvanar su historia espacial. Así también, agregaron otro elemento medular en cualquier narración: los personajes.

Imagen 8: “Estudiante de arquitectura creando” Foto: Harmida Rubio
Este aspecto ha sido practicado en el grupo de trabajo a partir de talleres de Diseño Participativo con muy buenos resultados; pero también a partir de dinámicas en las que, los estudiantes se transforman en los personajes que utilizarán su espacio, y se entrevistan entre ellos, para entender el elemento humano de su arquitectura.
Por otro lado, ya hace cuatro años, coordino en la misma Facultad de Arquitectura, un taller de escritura creativa denominado Escribir Arquitectura que nació como un espacio para hacer de la creación literaria un complemento de la creación arquitectónica y urbanística, llevarlas a la par, a fin de que los futuros arquitectos tuvieran un foro en dónde sacar las historias que llevan dentro, y que esto les sirviera para comprender, vivir y hacer arquitectura, paisaje y ciudad.
Sin embargo, los ejercicios y las técnicas utilizadas no son el punto a discutir; sino la alternativa de proyectar y entender la ciudad como un relato inmenso, en el que los futuros arquitectos, los que ya lo son, y la ciudadanía, vayamos inventando, recontando y transformando el entorno con creatividad; narrando y siendo narrados a través de la ciudad, conectando interior con exterior, haciendo que la individualidad se vuelva colectiva.

RECONTANDO LO NARRADO…
Viajando entre los medios de comunicación masivos, el arte urbano, los relatos colectivos, y la educación, esta ponencia ha intentado considerar que la narrativa puede permear en los modos de hacer ciudad; involucrándola en procesos de ida y vuelta, en los que se ofrezcan al ciudadano historias generadas por otros, pero también la oportunidad de generarlas por sí mismo.
Así, podemos reconocer la narrativa como una estrategia que ayuda a:
• Identificar los imaginarios de la sociedad o de grupos sociales implicados en la evolución urbana de la ciudad.
• Reconocer sus memorias, deseos y sueños.
• Mostrar los escenarios posibles o verosímiles, para que los ciudadanos conozcan lo ya probado en otros lugares, lo desconocido, y crean que es posible inventar otra realidad.
• Interiorizar la ciudad o ciertos lugares antes ajenos.
• Despertar conciencias apagadas, en pro de la ciudad.
• Reforzar la idea de comunidad y fortalecer la identidad.
• Hacerse partícipe de la transformación, la propia y la de la ciudad, reconociendo que el arte de contar historias es inherente al ser humano; y está ahí, a nuestra disposición, para usarlo a favor nuestro.

Imagen 9: “La ciudad contando historias en Barcelona” Foto: Harmida Rubio
Amor y narrativa, ambas situaciones comparten la formidable expectativa
de sentirte en vísperas de un prodigio…
Al amar eres eterno. También eres eterno mientras inventas historias
.
Rosa Montero.

Referencias:
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