martes, 21 de diciembre de 2010

Felicidades decembrinas. Bienvenido 2011


La época es propicia para externar buenos deseos y mejores propósitos.
¡Que este ciclo por iniciar sea tiempo de armonía y felicidad!

sábado, 4 de diciembre de 2010

Orígenes del Urbanismo Moderno. Leonardo Benevolo


Notas y comentarios al libro:
Orígenes del Urbanismo Moderno
DE LEONARDO BENEVOLO
por FERNANDO N. WINFIELD REYES.

Para Benevolo, el urbanismo moderno no nace a la par que las primeras ciudades industriales sino que surge como una reacción más tardía que intenta corregir los desequilibrios causados por las profundas transformaciones del periodo de la industrialización. Señala que incluso en el tiempo presente, los conocimientos urbanísticos se aplican con un retraso en relación a los fenómenos que busca controlar. En este sentido, considera importante realizar una revisión histórica a las primeras experiencias urbanísticas que se aplicaron a los problemas de la ciudad industrial.

Dice Benevolo que dichas experiencias acometidas por los primeros reformadores de la ciudad industrial estuvieron inspiradas desde un doble punto de vista, tanto técnico como moralista, buscando corregir los desequilibrios sociales y económicos producidos en el primer periodo de la ciudad industrial, mismo que ubica entre 1815 y 1848, a pesar de reconocer que el proceso de industrialización y transformación de la ciudad por ésta se da mucho antes desde mediados del siglo XVIII; sin embargo, los primeros intentos por ordenar la ciudad de dicho periodo se ubican entre las fechas antes referidas.

Para los distintos intentos por corregir los problemas de la ciudad industrial pueden establecerse dos categorías: la de los utopistas, que buscaron regenerar a la ciudad industrial comenzando desde el principio a partir de la creación de formas urbanas y de convivencia dictadas por la teoría, pero careciendo de una actitud de vinculación de éstas con su ambiente y sin una visión global de los problemas urbanos; y por otra parte, la de los especialistas y técnicos que dan origen a la legislación urbanística a partir de la implantación de regulaciones de carácter sanitario, principalmente como consecuencia de las constantes epidemias y la insalubridad de los barrios obreros.

Dice Benevolo que la gran mayoría de estas iniciativas coinciden con un planteamiento ideológico de transfondo que habría de encontrar enormes coincidencias con los principios del socialismo moderno, y que más tarde el año de 1848 puede señalarse como una fecha de ruptura, ya que a partir de entonces se pierde la conexión entre política y disciplina urbanística que había caracterizado a periodos precedentes de la ciudad industrial en Occidente. A partir de entonces, el urbanismo adoptará el aspecto de una técnica al servicio del poder constituído dentro del ámbito de una nueva ideología conservadora. Siendo ésta la tesis central del libro, Benevolo propone para la época actual la necesidad de que la cultura urbanística retome el contacto con “las fuerzas políticas que tienden a una similar transformación general de la sociedad” (9).

Resulta de interés la definición del urbanismo aportada por Benevolo a partir de la convicción del vínculo necesario entre urbanismo y política al afirmar que:

el urbanismo constituye una parte de la política, necesario para concretar todos los programas operativos [...] Para mejorar la distribución de la actividad humana en el territorio es preciso mejorar las relaciones económicas y sociales de las cuales depende dicha actividad; por lo demás, no basta con mejorar las relaciones económicas y sociales para que las espaciales queden automáticamente corregidas, pero la modificación de las relaciones espaciales es uno de los modos, inseparable de los demás, para lograr el equilibrio general que es el fin de la acción política 10).

En la formación de la ciudad industrial a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el aumento de población constituye la primera transformación decisiva como resultado de los cambios creados por la producción en la organización del trabajo y las técnicas innovadoras. A la vez que aumenta, al población cambia también su distribución en el territorio como resultado de las transformaciones económicas. Los cambios en la producción generan el desarrollo de un nuevo sistema económico que se basa en la concentración del capital en la ciudades, primero en Inglaterra y posteriormente en otros países.

Una de las primeras transformaciones es introducida por la aplicación de la máquina de vapor a la producción de hilados y tejidos a partir de 1769; la antigua organización dispersa de las fábricas se concentra desde entonces en grandes fábricas localizadas en el curso de los ríos y más tarde próximas a las minas de carbón, en virtud de utilizar estos recursos como fuerza motriz. Los progresos técnicos hacen que en menos de treinta años se genere un incremento importante en la producción industrial. Dice Benevolo que en Inglaterra

el desarrollo de las industrias y su concentración en grandes talleres atrajeron a numerosas familias, de los distritos agrícolas del sur a los mineros del norte y centro, y las trasladaron de las aisladas vi-viendas en el campo, a los compactos barrios construidos en las proximidades de las fábricas; así nacieron, de pronto, nuevas ciudades, y muchas de las antiguas crecieron de forma desmesurada (19-20).

Las ciudades industriales ofrecieron a los empresarios contar con mano de obra siempre en reserva y sustituíble, mientras que los trabajadores, no obstante ser explotados en largas jornadas de trabajo, encontraron en las ciudades una variedad más amplia de elecciones y la posibilidad de integrarse en función a intereses comunes. Por otra parte, las exigencias de la actividad de producción y de comercio obligaron a la renovación y ampliación de las redes de comunicación y de nuevos y más eficientes medios de transporte. En función a las redes de transporte y al movimiento comercial en expansión, las ciudades fueron adquiriendo una mayor importancia al concentrar los centros de decisión de la economía. El conjunto de estas transformaciones modificó no sólo al distribución territorial de la población, sino también sus modos de vida, la utilización del suelo y la imagen del paisaje.

El pensamiento liberal de la época tuvo una enorme influencia sobre la política y el gobierno, al fundar una corriente de opinión que contribuyó al debilitamiento de la iniciativa autoritaria de la ciudad, al abolir las antiguas restricciones legales urbanas, desacreditando y debilitando los métodos de control urbanístico de épocas precedentes. A tal respecto:

Las sistematizaciones urbanísticas barrocas, y sobre todo algunas composiciones áulicas de la primera mitad del siglo XVII, anticipan en ocasiones, de modo sugestivo, la dimensión espacial de la ciudad moderna [...] pero se mantienen totalmente ajenas a la dimensión temporal que a partir de entonces condiciona de manera tan decidida el nuevo ambiente urbano (26-7).

El contraste con la ciudad antigua es evidente. Mientras la primera permanecía casi sin modificaciones en prolongados periodos de tiempo, susceptible de recibir una forma arquitectónica definida que previese los posibles crecimientos a futuro, lo que caracteriza a la naciente ciudad industrial es la creciente velocidad de sus transformaciones. Por lo tanto y a partir de mediados del siglo XVIII, no deja de ser una paradoja el hecho de que:

mientras la arquitectura llega por su cuenta a la máxima sutileza en la proyección de ambientes mo-numentales y en su armonización con el paisaje urbano o natural disminuye la coherencia ejecutiva y la capacidad de incidir de forma perdurable, con iguales medios, en la trama de la ciudad (34).

La creciente inmigración a las ciudades lleva a multiplicar las posibilidades de alojamiento en los espacios disponibles de los barrios antiguos; sin embargo, cuando éstos son insuficientes, se crean extensos barrios en la periferia de la ciudad. El alojamiento en ambos casos variaba escasamente dentro de límites muy estrechos y un rasgo común fueron las condiciones de hacinamiento e insalubridad predominantes. La imagen de la ciudad del primer periodo industrial puede ser caracterizada por la siguiente descripción de la ciudad de Manchester aportada por Federico Engels en La situación de la clase obrera (65-68):

...colosales edificios de seis a siete pisos, que con sus altas y finas chimeneas dominan los bajos cot-tages obreros.

En paralelo a estas transformaciones de orden material, tecnológico, económico y social, se da una cada vez mayor conciencia y denuncia de los problemas de la ciudad industrial, generándose cambios en la noción de la pobreza, reconocida entonces como un mal social que puede y debe ser evitado con los medios disponibles. Esta reacción será el motor principal de los distintos intentos de reformar la ciudad industrial.

Para Benevolo lo que define la ideología de la forma urbana y el espíritu del urbanismo moderno puede entenderse así:

El urbanismo moderno no es sólo un intento de representar en forma visual esas alternativas, tradu-ciendo sus instancias en organización de los espacios, sino que además se ubica de manera concreta como uno de los factores que colaboran en la construcción de una comunidad democrática. Así pierde la aparente posición de alejamiento respecto de los conflictos sociales [...] Se presenta, con mayor humildad, como una de las técnicas necesarias para definir dicho equilibrio; no apunta ya hacia una forma perfecta que es preciso realizar de una sola vez, sino hacia una serie de modificaciones parciales, hacia un razonable compromiso entre las fuerzas en juego, que debe renovarse continuamente según su movimiento recíproco (55).

El periodo comprendido entre los años 1815 a 1848 constituye, en opinión de Benevolo, la época de las grandes esperanzas en el urbanismo que se propone transformar las desigualdades sociales, en la que con facilidad se vinculan argumentos técnicos con argumentos de índole ideológica, y también ee caracterizada por el surgimiento del doble carácter, científico y moralista, del urbanismo moderno. Dentro de este marco general se insertan dos líneas de acción que buscan resolver los problemas reconocidos en la ciudad indus-trial: la de las utopías de la primera mitad del siglo XIX y de los intentos para llevarlas a la práctica caracterizadas por Owen, Saint-Simon, Fourier y Cabet, y la de las experiencias puestas en marcha desde el campo sanitario para corregir los problemas urbanos a partir de las exigencias propias del desarrollo industrial.

Entre las utopías de la primera mitad del siglo XIX se señalan las siguientes:

Owen y el movimiento coperativista inglés. La tesis central de Robert Owen (1771-1858) advierte que son las condiciones del ambiente las que determinan la suerte de los individuos; es por eso que es necesario reconstruir el ambiente al servicio del hombre, antes que pensar en algún otro tipo de beneficio. Así, introduce una serie de beneficios en las condiciones de trabajo y la construcción de viviendas para los obreros, y llega a postular la universalidad de su sistema siempre y cuando funcione en hábitats pequeños, aunque reconoce la importancia de comenzar a aplicarlo en algún lugar. Sus ideas coinciden con el nacimiento del socialismo moderno, intentando favorecer más a la mano de obra de las clases obreras, que a la fuerza mecánica. El modelo de comunidad propuesto por Owen consiste en un cuadrado 1000 a 1200 acres en el que se ubican distintas edificaciones con capacidad para unas 1200 personas; más allá de los jardines propuestos, se emplazarían las industrias y fábricas.

Tres de los lados del perímetro están destinados a las viviendas, sobre todo para las personas casa-das, compuestas cada una de cuatro casas. El cuarto lado está reservado para los niños que superan el número de dos por familia o que tengan más de tres años [...] En el centro de otros lados hay viviendas para el superintendente general, el sacerdote, el maestro [...] Fuera y detrás de las casas, en derredor, jardines circundados por caminos (67).

Para Owen la desocupación es consecuencia de una mala distribución de los capitales en la sociedad y aplica el aumento en el salario de los trabajadores para hacerlos consumidores de los bienes y no sólo instrumentos de su producción. La puesta en práctica de estas ideas lleva a Owen a la fundación de su modelo en un te-rreno de 30,000 acres en Indiana, al que se nombra New Harmony. De regreso en Inglaterra en 1832, funda el National Equitable Labour Exchange, un movimiento que buscaba provocar mejoras en las condiciones laborales de los obreros y reformar la economía británica. En este sentido, puede considerarse a Owen como uno de los precursores del sindicalismo. A ello siguió la fundación de una comunidad en Queenswood, Hampshire. Si bien es cierto que sus ideales económicos para la clase obrera habían de concretarse años más tarde con la incorporación del cooperativismo en la ley inglesa, los aspectos urbanísticos que él consideró inseparables de la reforma social no fueron realizados. Continuadores de sus planes urbanísticos fueron J. Morgan, quien habría de influir posteriormente en J.S. Buckingham, diseñador de la ciudad de Victoria.

La escuela saint-simoniana. Las consecuencias de la industrialización comienzan a tener fuertes repercusio-nes en Francia de manera más tardía que en Inglaterra y hacia 1830. Saint-Simon propone que los nuevos industriales ocupen las posiciones de mando y desalojen a las clases dirigentes. Sus seguidores, imbuídos de un gran espíritu cívico, llegan a tener una gran influencia política en el gobierno francés y pueden considerarse defensores de una cultura de las actuaciones en gran escala con un énfasis moralista sobre la sociedad, en las llamadas obras públicas.

La influencia de Charles Fourier en Europa y América. Su propuesta se basa en la convicción de que se puede lograr una sociedad más justa a partir de la unión de esfuerzos en ocho periodos graduales hasta llegar a la armonía universal. La ciudad del sexto periodo es organizada a partir de tres zonas: una zona central que contiene los principales edificios públicos, una segunda zona que aloja a los suburbios y otras edifi-caciones importantes, mientras que la última da cabida a grandes avenidas y a la periferia. Cada casa está dotada de espacios libres equivalentes por lo menos a la superficie de construcción en la primera zona, ampliándose la proporción para la segunda al doble y tres veces más para la última zona de la ciudad. Algu-nos principios de estética urbanística son agregados a la planeación de la ciudad, por ejemplo, se excluye la traza ortogonal para el diseño de los caminos y se pone un énfasis en el disfrute del paisaje creado, en el que tendrían como fondo el paisaje campestre, o algún monumento de arquitectura. Se propone evitar la construcción de casas pequeñas y precisa la necesidad de habitaciones colectivas a mayor escala que favorezcan la concentración de servicios y las relaciones comunes. Para el séptimo periodo, se agregará a la ciudad indiferenciada un dispositivo unitario al que se llamó Falansterio, requiriendo un área de una legua cuadrada para 1500 a 1600 personas. La Falange se constituye en el intento de remediar el desorden urbano de las nacientes ciudades industriales francesas y puede verse como una interiorización del espacio público, ya que todas las partes de este gran edificio urbano se unen mediante calles-galería sin que existan calles abiertas a la intemperie. En los años siguientes, estas propuestas tendrían una influencia importante en la construcción de comunidades socialistas en Francia y los Estados Unidos, como el caso de Brook Farm y Sylvania.

El Familisterio de Godin. Jean Baptiste Godin decidió llevar a cabo el Falanterio de Fourier con algunas modificaciones en 1859. El Familisterio de Godin organiza los edificios en bloques cerrados agrupados en torno a patios interiores a cubierto. En 1880 estableció una cooperativa para que los propios obreros administraran la fábrica y el Familisterio y se afirma que éste estuvo en funcionamiento hasta 1939; la comunidad llegó a tener cerca de cuatrocientas familias y es sin duda la realización más importante entre todos los intentos teóricos del socialismo.

La tradición igualitaria y Cabet. Entre 1830 y 1848 es recurrente el recuerdo de la Revolución de 1789 en Francia. Etienne Cabet participó en la revolución de 1830 y posteriormente fue exiliado a Inglaterra, donde conoce a Owen. Sus ideas son plasmadas en una novela utópica en la que describe un país imaginario, Icaria, a la que representa como una ciudad trazada en un orden reticular perfecto e integrada mediante dos anillos concéntricos o bulevares. De vuelta en Francia, inicia su programa político de comunismo integral y convence a un grupo de familias a que emprendan hacia Norteamérica para la fundación de sus proyectos. Después de una serie de fracasos, en 1849 los “icarianos” reconstruyen sobre las ruinas de un asentamiento mormón la fundación de Nauvoo. Más tarde, muerto Cabet, en 1875 la mayoría se traslada a Iowa y fundan Icaria, pero las disensiones internas producen la creación de un segundo asentamiento al que llaman Nueva Icaria, en un afán de reconstruir el ambiente propuesto por Cabet.

Cabe señalar que tanto el Falansterio de Fourier como el Familisterio de Godin son algo así como peque-ñas ciudades a cubierto, y esta ciudad a escala pequeña es resuelta como un gran edificio. Benevolo conside-ra que estas propuestas anticipan con mucho los proyectos desarrollados posteriormente en el siglo XX como la unidad de habitación de Le Corbusier, o la propuesta urbana de Broadacre City de Wright con un uso de la densidad similar al indicado por Owen o el Falansterio de Fourier.

Debe entenderse que estas primeras aspiraciones utópicas de las clases trabajadoras aspiraron a la comple-ta transformación de la sociedad, con ciertos contenidos críticos que atacaban las bases de la sociedad exis-tente, proclamando la armonía social al mismo tiempo que perfilando el antagonismo de las clases sociales. Por tanto:

Las soluciones ofrecidas al problema de la ciudad moderna son abstractas y esquemáticas, pues carecen de una valoración realista de los vínculos existentes entre los programas urbanísticos y el desarrollo general de las relaciones económicas y sociales, por lo que facilitan la ilusión de que el ordenamiento urbanístico y el ordenamiento social se identifican entre sí, y de que el segundo puede ser construido con los ritmos y los métodos del primero (113).

La investigación teórica de los reformadores socialistas será utilizada por Howard en las garden cities y por los diseñadores alemanes en las Siedlungen de la primera posguerra, empobreciendo el concepto de la ciudad ideal hasta hacer de ella un elemento subalterno de la metrópolis moderna: el barrio satélite más o menos independiente. Pero los programas y las iniciativas nacidos antes de 1848 siguen existiendo en nuestra cultura para indicar un nivel mucho más ambicioso, a saber, la organización de todo el paisaje urbano y rural sobre la base de nuevas relaciones económicas y sociales
(114-5).

Ante la ineficacia de las administraciones parroquiales en Inglaterra a finales del siglo XVIII para proveer de servicios a la creciente población, gran parte de las infraestructuras urbanas y territoriales tales como caminos, puentes, canales o puertos fueron realizadas por la iniciativa privada. Se da un cambio en el papel del Estado, que limita su intervención a la supervisión mediante las autorizaciones y patentes. La invención del ferrocarril transforma no sólo el paisaje inglés a partir de 1825, sino que inaugura el primer transporte público conectando Stockton y Darlington, y posteriormente Manchester y Birmingham, extendiendóse este fenómeno después a Francia. La rapidez con que se fueron dando las transformaciones urbanas y territoriales hizo que en buena medida la legislación tuviese un carácter parcial, impidiendo una vinculación entre los distintos sectores. El crecimiento de los nuevos barrios urbanos, caracterizados por el apiñamiento y el desorden en las periferias conllevó una serie de problemas técnicos y sanitarios, y es particularmente a partir de éstos últimos como se advierte la necesidad de una legislación sanitaria que viene a ser el precedente directo de las moderna legislación urbanística. A partir de 1832 comienzan a tomarse los primeros pasos para la aplicación de una legislación sanitaria asociada “de forma inseparable con el entorno constructivo, y con sus recientes transformaciones” (123). Diez años más tarde, se realizó el primer informe completo haciendo referencia a las condiciones higiénicas de la clase trabajadora. Elaborado por médicos al servicio de la Corona Británica, este informe arrojó las siguientes conclusiones: necesidad de establecer los requisitos mínimos para las viviendas, obligatoriedad de los servicios sanitarios, obligar a los propietarios a ventilar y limpiar los inmuebles de forma adecuada, prohibiéndose destinar locales subterráneos como viviendas, así como la creación de fondos públicos que permitieran la inclusión de parques públicos en aquellos sitios que carecieran de ellos. Posteriormente, la legislación habría de desarrollarse con mayor amplitud en las llamadas Public Health Acts. En Francia las primeras reformas en el terreno de la sanidad urbana se dan hacia 1840 por parte de grupos preocupados por el mejoramiento de los barrios obreros que consideran de interés público. Sin embargo, hay que señalar que:

Las estipulaciones de los primeros reglamentos en materia de altura, separación, etc., interpretadas al pie de la letra por los constructores, a fin de obtener la máxima densidad permitida, tornaron uniforme y obsesiva la edificación de las nuevas periferias (137).

Si bien es cierto que se reconoció que el respeto a la propiedad privada era la base del orden social, se norma como superior el interés público frente al privado. A este respecto, las expropiaciones y la promulgación de reglamentos, leyes y disposiciones públicas de carácter sanitario responden a epidemias ocurridas sobre grandes sectores de la población. De manera especial, la ley de expropiaciones de 1841 serviría, años más tarde, como justificación legal a las profundas transformaciones realizadas en la forma de la ciudad de París por Hausmann bajo el propósito del mejoramiento de las condiciones de los barrios habitacionales.

Benévolo señala que el año de 1848 es un punto decisivo para la historia política y social de la cultura euro-pea y el urbanismo moderno, pues hasta antes de esta fecha, el urbanismo había sido entendido como una técnica al servicio de la colectividad, estrechamente ligada a la política. La clase obrera toma conciencia de su situación y ve las posibilidades de mejorarla; el desencadenamiento de los acontecimientos de 1848 ha-brán de revelar las hondas diferencias entre las distintas clases sociales, la realidad de la lucha de clases y el enfrentamiento radical entre la ideología burguesa y el socialismo los teóricos del socialismo apuntan la necesidad de una planificación económica y urbanística frente al vacío ideológico de los grupos en el poder. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels publicado un mes antes de los acontecimientos de 1848 en Francia habría de servir de base al debate ideológico en los años siguientes hasta la integración de la Primera Internacional en 1864, dándose además una crítica hacia las experiencias del socialismo utópico.

Hacia 1873 es evidente una separación entre los intentos reformistas de la izquierda política europea y el urbanismo como promotor de los ideales de una sociedad igualitaria y justa. Como resultado de dicha separación, el urbanismo pierde su sustrato ideológico y se ve reducido a un cuerpo de aspectos técnicos cuyo espíritu comienza a ser reflejo de las grandes intervenciones en París (Hausmann), el trazado del Ring de Viena, las ampliaciones en Barcelona y Florencia y las transformaciones a la red del transporte metropolitano en Londres. En su conjunto se las define como “la obra de una nueva clase de diseñadores y de funcionarios, científicos, competentes y satisfechos con sus responsabilidades parciales” (146), cayendo dentro del ámbito del neoconservadurismo europeo. Los grupos en el poder de Francia, Inglaterra, Alemania, “advierten muy pronto la importancia que puede tener una política orgánica de trabajos públicos para la estabilidad política de sus respectivos países. Las reformas parciales, inclusive las elaboradas por la oposi-ción de izquierda, pueden ser promovidas para evitar una presión demasiado fuerte sobre las instituciones que es preciso conservar” (147).

Se suscitan nuevas relaciones sociales derivadas de la industria, en algunos casos, se ve que el mejora-miento de las condiciones de vivienda de los trabajadores es en el interés de la producción y de arraigar a la mano de obra requerida. A partir de 1846, por ejemplo, los Richardson inician la construcción de un asentamiento para operarios en Bessbrook, Irlanda. Algunas experiencias importantes en el planeamiento de los asentamientos asociados a la producción industrial hacen pensar en una vuelta a la idealización de la ciudad, basada en un plano como modelo de orden en contraposición a la ireegularidad de los conglomerados urbanos existentes por ejemplo, el plan para la ciudad de Victoria de John S. Buckingham que es esbozado así:

Los principales objetivos han sido los de unir el máximo grado de orden, espaciosidad e higiene, en la máxima abundancia de aire y luz, y en el más perfecto sistema cloacal, con el comfort y la conve-niencia de todas las clases; [...] la fácil accesibilidad a todos los rincones de la ciudad [...] con una disposición de los edificios públicos que los haga accesibles con facilidad desde todos los barrios, rodeados de vastos espacios, de numerosas avenues de entrada y salida (170).

Al haber aceptado aspectos basados en la geometría y el buen funcionamiento, el urbanismo de la época deja de lado los planteamientos políticos, y que los planteamientos teóricos socialistas son reasimilados con una apariencia utilitaria para el conservadurismo de mediados del siglo XIX: las obras de Hausmann, recibiendo todo el apoyo del rey de Francia, son presentadas como actos técnicos derivados de ciertas necesidades objetivas y evitando toda explicación de las motivaciones políticas. Hausmann es el prototipo del urbanista-técnico especializado, disponible para la nueva clase dirigente, que evita toda confrontación o explicación ideológica.

Finalmente, Benevolo reitera la idea central del libro de que, a partir de las experiencias urbanísticas des-arrolladas desde distintos fundamentos teoríco-prácticos (utopistas, funcionalistas, basados en la legislación imperante), resulta necesario volver a establecer con claridad el vínculo que existe entre el urbanismo como técnica y la política, y concluye que:

Así como las proposiciones técnicas de los utopistas pudieron ser separadas de las innovaciones so-ciales y utilizadas por el reformismo paternalista para conservar precisamente el ordenamiento social amenazado por la revolución, así las iniciativas promovidas por las fuerzas conservadoras, una vez traducidas en realidad, pudieron ser desarrolladas en un sentido contrario a la motivación política inicial, y transformadas luego en armas para derribar el sistema de la conservación [...] Así, las cités ouvrières napoleónicas, las aldeas modelo inglesas y las colonias de los Krupp son los primeros eslabones de una cadena de experiencias que conducirá a la cité industrielle de Garnier, a los barrios de Berlage [...] En este punto los hechos exigirán una nueva confrontación entre los programas urbanísticos y los políticos [...] Tal es la tarea ante la cual nos encontramos hoy (189).

BIBLIOGRAFÍABenevolo, Leonardo
1992
Orígenes del urbanismo moderno
Traducción de Floreal Mazia
Celeste Ediciones
Madrid