lunes, 20 de julio de 2009
La participación ciudadana en asentamientos rurales; suburbanos o con rasgos indígenas.
M. Arq. Laura Mendoza Kaplan.
Quisiera partir de un breve análisis del estado de la cuestión en materia de participación ciudadana, primero dentro de las metodologías actuales, dirigidas al desarrollo urbano en general, para pasar luego a las particularidades de lo que pareciera plantearse como casos atípicos: asentamientos rurales, suburbanos o con rasgos indígenas o mestizos.
La Ley de Desarrollo Regional y Urbanos del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave plantea como uno de sus 4 principales objetivos, incentivar la participación ciudadana, como medio indispensable de gestión, promoción ejecución y supervisión de las acciones de desarrollo urbano y regional, y define a la misma como:
“Una forma coadyuvante de la administración pública que deberá promoverse de manera esencial para la consulta, propuestas, elaboración de programas, aportaciones de mano de obra, de recursos materiales y económicos, en la ejecución y vigilancia de las acciones de desarrollo regional y urbano previstas en esta ley. Dicha participación podría ser a través del Consejo Consultivo…”
En su última reforma , delega a la Secretaría de Desarrollo Social y Medio Ambiente (SEDESMA) la definición de los mecanismos para “participar en estas acciones, de forma libre y directa” y de llevar un “registro de los comités de ciudadanos u organizaciones análogas que se constituyan para participar en el desarrollo regional y urbano del estado”
Sin embargo, la labor práctica de la SEDESMA en materia de participación ciudadana está más dirigida a la transparencia, servicios y difusión , que a la ingerencia en los estudios urbanos en general, mismos que en el estado de Veracruz no están claramente reglamentados.
En algunos Estados de la República, como Nuevo León, ya existen reglamentos para la “participación ciudadana en la elaboración de los planes de desarrollo urbano municipal”; en ellos se específica entre otras cosas, que, una vez elaborado un anteproyecto, se le presentará a la ciudadanía, entregando copia impresa a los representantes de las agrupaciones que lo soliciten, mismos que tendrán un plazo de 15 días para emitir cualquier disconformidad “...en aspectos de carácter general”.
Es obvio que la ley confiere a la participación ciudadana un espectro muy limitado de acción. Sin embargo, como dice Alicia Ziccardi , paradójicamente en los últimos años, “…los límites y el desencanto por la democracia representativa han otorgado un nuevo y mayor interés por la participación ciudadana”, y mucho se debate a favor o en contra de la misma, de cómo, cuanto y quienes la deben conformar. La diversidad de ideas en torno a ella hace pertinente definir diferentes tipos de participación ciudadana.
Ziccardi distingue 4 tipos de participación ciudadana:
• Participación institucionalizada es a la que nos hemos referido hasta este momento, que está contenida en el marco legal y normativo cuya finalidad es que la ciudadanía participe en los procesos de decisión del gobierno local.
• Participación autónoma es aquella en la que la ciudadanía participa a través de algún tipo de asociación civil, organizada desde la propia sociedad, por lo general, cuando siente afectados sus intereses.
• Participación clientelística, en la que la autoridad y los individuos o grupos se relacionan con las instancias de gobierno a través de un intercambio de bienes o favores (votos). Y
• Participación incluyente o equitativa, en la que se promueve la participación de toda la ciudadanía, independientemente de la pertenecía o identidad partidaria, religiosa o de clases social.
Es a este último tipo de participación al que quiero referirme, al que quisiera que mi propuesta fuera encaminada ya que he constatado primero como estudiante, luego como miembro de una Asociación Civil y en los últimos 8 años como docente, que los ciudadanos tenemos necesidad de manifestarnos y de intervenir al menos nuestro entorno inmediato, pero también de que no lo hacemos, o no de manera muy efectiva la mayoría de las veces. Sobre esta aparente apatía es lo que quisiera invitarlos a reflexionar: ¿Cuál es el ingrediente ausente? ¿Qué causa el desencanto del que habla Ziccardi, que perméa no solo a la academia sino a la sociedad en general?
En las ciudades contemporáneas uno de los temas es, a mi parecer, la falta de identidad, sin embargo, en los medios que ahora nos atañen: asentamientos periféricos, rurales y/o indígenas o mestizos, por lo general la identidad es un rasgo que los caracteriza y fortalece, pese al cual tampoco se da este tipo de participación incluyente, equitativa, tan necesaria para la elevación de la calidad de vida cotidiana.
¿Cómo revertir el desencanto, la desesperanza, la falta de fe en nuestra capacidad de influir en el destino de nuestro entorno? ¿Cómo enfrentar el constructo de certeza apabullante del poder omnipotente y omnipresente de nuestros gobernantes, quienes hacen y deshacen en nuestra ciudad, sin más brújula que su empoderamiento económico personal o de grupo? ¿Qué podemos y debemos hacer como universitarios para devolvernos a los ciudadanos la esperanza de poder cambiar nuestra ciudad, nuestro modo de vivirla y por tanto la calidad de nuestras vidas y las de nuestros descendientes?
La propuesta
Propongo realizar urbanismo integral, a partir del dialogo y de la participación conciente y razonada de los ciudadanos en todas las etapas y escalas del proceso, bajo un marco teórico incluyente, y una metodología que integre experiencias en torno al diseño participativo de las diferentes disciplinas que lo han manejado, sistematizándolas para su aplicación en una planeación comprometida con la otredad, tendiente a mejorar las condiciones de los ciudadanos y del ambiente natural y creado, en una cultura, espacio y tiempo específicos.
A riesgo de parecer inocente, la propuesta es la participación misma; es una reglamentación clara que re-signifique la participación ciudadana a través de la acción, de retornar a las acciones pequeñas y cotidianas que surgen de la convivencia; de generar la convivencia a través del acompañamiento al proceso de elaboración del estudio urbano desde el principio y a lo largo de todo él. Que contemple, bajo estricto reglamento, al menos, 3 momentos:
El diagnóstico, en el que el equipo consultor, junto con la comunidad, elabore o acompañe una actividad concreta que permita la comunicación estrecha que permita detectar los problemas profundos de la comunidad. Esto, si es necesario en la ciudad, que forma parte de nuestro imaginario como profesionistas-urbanos, es aún más importante cuando pretendemos intervenir en una comunidad con valores y visiones tan diferentes como las de las diferentes etnias de nuestro Estado. Despojarnos de nuestro modo de ver el mundo, de nuestro concepto de desarrollo y de bienestar, anular el juicio y tratar de ver con sus ojos, es un ejercicio que requiere entrenamiento, pero que es decisivo si nuestro objetivo es contribuir desde la inclusión y la equidad y no desde la demagogia y el poder.
La elaboración de las propuestas. Por medio de diferentes técnicas provenientes algunas de la psicología social, como la narrativa comunitaria , y de otras propias de la arquitectura y el urbanismo, como elaboración de maquetas de trabajo, en las que se representen espacialmente los problemas detectados con ellos y en gabinete, mediante reuniones de discusión por grupos afines, se plantean las posibles soluciones.
La confrontación con la propuesta. Mediante las mismas técnicas, se presentarían las propuestas en maquetas, y con la misma narrativa o mediante círculos de discusión llegar a un consenso, mismo que contemple la socialización de los procesos de gestión y genere las bases para la implementación y el seguimiento.
Concretamente planteo un proceso de investigación-acción por medio de talleres comunitarios multidisciplinarios, en la comunidad a intervenir, llámese una ranchería, un pequeño pueblo o un barrio de un ciudad, del que se extraigan, paralelamente al estudio teórico (plan de desarrollo), prácticas, modestas quizás, que refuercen en sus habitantes, sus habilidades para responder a la adversidad, para soñar con mundos mejores, y para ponerse en acción por una mejora sustancial de su entorno, desde SU perspectiva, devolviéndoles la esperanza de vivir en la ciudad que siempre desearon tener.
El Plan de desarrollo debería incluir dos momentos más: la gestión y el seguimiento o mantenimiento, ofreciendo, primero, a los gobiernos locales, las herramientas e insumos para la gestión de recursos, proveyéndolos de un directorio de instancias, apoyos y requisitos específicos para el campo, y encontrando, junto con las agrupaciones sociales existentes (llámense como se llamen), los mecanismos para la implementación y seguimiento de los proyectos y programas de manera compartida ente gobiernos y patronatos u otras instancias debidamente reguladas.
Finalmente nos propongo elaborar este “Reglamento para la participación ciudadana para el medio suburbano y rural”, que incluya un marco teórico basado en la o las culturas mestizas de mayor impacto en la comunidad en cuestión.
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