viernes, 27 de marzo de 2009

Coloquio: Metodologías para la elaboración de estudios de desarrollo urbano.



Se invita a académicos y estudiantes a participar en el coloquio arriba mencionado. La cita es el jueves 30 de abril, en el salón audiovisual de la Facultad de Arquitectura Xalapa.

Para ver el cartel que contiene el programa, hacer doble click sobre la imagen.

Productos editoriales 2009.



La Facultad de Arquitectura, Campus Xalapa, adscrita a la Universidad Veracruzana, presenta su primera producción editorial, como un esfuerzo para difundir el contenido de las investigaciones de sus académicos.

En esta ocasión, los productos editoriales corresponden al libro "Espacio urbano y propiedad privada en México. 1824-2000" y la Revista RUA, "Red Universitaria de Urbanismo y Arquitectura". Ambos productos editoriales se encuentran a la venta en las instalaciones de la FAUV.

Para ver la imagen del cartel a tamaño natural, haga doble click sobre ella.

lunes, 23 de marzo de 2009

DESARROLLO AUTOPOIÉTICO, EDUCACIÓN CO-EVOLUTIVA


Arturo Guillaumín Tostado
Investigador / Universidad Veracruzana

INTRODUCCIÓN
Agradezco la invitación a participar en este seminario-taller de Aproximaciones Urbanas, sobre todo cuando se trata de promover el diálogo y la reflexión entre los jóvenes que pronto estarán ejerciendo sus profesiones. Más importante aún cuando los conceptos de diálogo y de reflexión suelen estar lejos del ámbito educativo, porque ni la discusión ni el debate son diálogo (menos el chat), y porque pensar no es lo mismo que reflexionar. Ambos, diálogo y reflexión, no son sólo capacidades superiores del humano, sino un arte que ha sido olvidado/relegado/proscrito en un tiempo en el que se favorece la competencia, la competitividad, la productividad, el tiempo cronometrado, el liderazgo, el éxito.

Quisiera decir que quizá hubiera sido interesante abordar estos temas de la planeación urbana, no por mesas de discusión temáticas (economía, medio ambiente, sociedad, planeación, lo jurídico), puesto que la realidad no responde a un principio disciplinario de organización. Estoy convencido que en este tipo de reuniones debieran participar escritores, poetas, filósofos, físicos cuánticos, matemáticos, expertos en geometría fractal, entre otros… Debiéramos interactuar todos, incluso de manera caótica, que es como se crean las condiciones para que surja la autoorganización y la innovación. Sería bueno tratar de unir lo que la cultura y la educación han fragmentado pacientemente por siglos. Quizá nuestra mayor debilidad consiste en la incapacidad de ver la realidad en su unidad problemática. Todavía somos tributarios de Descartes y de Bacon. Tanta linealidad, pensamiento causa-efecto, programación, y orden ha causado enormes estragos en la educación.
Doy clases en diversas facultades y algo que llama poderosamente mi atención es que en los salones de clase hay unos cartelitos pegados en los muros en los que se pueden leer tanto la “Misión” como la “Visión” de la facultad. Después de un discurso no sólo ampuloso, sino también lleno de una serie de conceptos que a mí me parecer no han sido suficientemente esclarecidos (como “sociedad del conocimiento”), aparece la fórmula mágica: “formar egresados que puedan insertarse exitosamente en el proceso de globalización”. Pero lo más extraordinario es que, palabras más, palabras menos, todos estos papelitos dicen lo mismo. Es, precisamente, el modus operandi de la globalización: el lenguaje único. Hay tanta pobreza de espíritu en todo esto. Y es precisamente esa visión economicista, con todas sus cargas ideológicas, la que me preocupa, pues la economía no sólo es la ciencia más cerrada sobre sí misma, sino que ha traicionado su propio nombre (oikos + nomos): la administración de la casa, del planeta. No se puede administrar o cuidar lo que no se conoce.

No vengo a este foro ni con un decálogo de consejos ni con un número de respuestas o certezas de las que puedan echar mano los jóvenes que están a punto de salir de la facultad, de la universidad. Más bien estoy en condiciones de hacer precisamente lo contrario: crear la duda, la confusión, y la necesidad de hacerse preguntas. Coincido con Antonio Machado cuando dice que: debemos repensar lo pensado, desaber lo sabido y dudar la propia duda, que es el único modo de empezar a creer algo.

UNA NUEVA NOCIÓN DE DESARROLLO
El mito del desarrollo económico se ha terminado. Creemos que el desvanecimiento de nuestras certezas (si es que las había) es un cambio positivo, por más traumático que pueda parecer: quizá sea una de las maneras más efectivas de percibir no sólo la caída de un mundo, sino también la necesidad de hacer surgir otro, más esperanzador. El problema fundamental es que toda nuestra civilización ha estado fundada sobre una máquina mercantil y monetaria incontrolable, que cada vez consume más recursos y concentra más sus beneficios.

Nuestra cultura ha estado fundada en una trilogía mítica: el mito de la posesión, el mito del control y el mito de la independencia. La cultura es la construcción más extraordinaria y compleja del ser humano. Está constituida no sólo por artefactos y patrones de conducta, sino también por ideas, creencias, mitos, símbolos e imaginarios. El devenir humano puede sintetizarse de la siguiente forma: una transición paulatina de una evolución guiada por la naturaleza a otra guiada por la cultura. El mundo artificial se ha superpuesto al natural. Creamos un nuevo paisaje: edificios, placas de concreto, fábricas, museos, parques temáticos. Ya le ponemos segundos pisos a nuestras congestionadas vías urbanas. Inventamos la ilusión de “independizarnos” de la naturaleza. La luz eléctrica extendió el día sobre la noche y la arquitectura nos resguardó de los elementos. Clonamos tejidos y ovejas. Sensación de conquista, control y dominio. Pero vivimos una situación límite:

Hemos ignorado/olvidado/contravenido/alterado/destruido
los ritmos, los ciclos y los principios que subyacen
a la vida sobre la tierra, a su organización.

La cultura ha interferido con nuestra comprensión de la naturaleza, de la trama que une todas las cosas, y de que la vida pende de los sutiles hilos de esa trama. El problema con la cultura (que con la globalización se ha mundializado) es que está atravesada hoy por una visión economicista, banal y peligrosa que dicta todos nuestros actos. La cultura es el gran atractor extraño, fatal y fractal de la humanidad. Fractalmente se reproduce y anida a diversas escalas, penetrando nuestros inconcientes y permeando nuestras instituciones, actividades cotidianas y, por supuesto, la educación.

¿Qué salió mal? A la luz de los nuevos conocimientos científicos, esta pregunta tiene una respuesta: somos la única especie que se autoengaña. El despliegue cultural-tecnológico, si bien ha creado obras portentosas y sublimes, ha segregado sus propias lógicas y propósitos, desvinculados de todo lo demás. El hombre no es la medida de todas las cosas. Todos pertenecemos a la humanidad, pero el hombre y la humanidad son emergentes de la biosfera, y la biosfera es emergente de las fuerzas que rigen el universo. Es decir, una visión antropocéntrica resulta no sólo limitada, sino ilusoriamente peligrosa.

Los nuevos avances de la física, de la biología evolutiva, de la cosmología, y del estudio de los sistemas complejos, desafía la vieja noción de progreso, al mismo tiempo que surgen un conjunto de conceptos que nos proveen de pistas para construir otro desarrollo: autopoiesis, emergencia, unidad biosférica, holarquía, trasmutación de materia y energía en vida, autoorganización, simbiosis, coevolución, noosfera, autonomía—dependencia. El desarrollo ya no puede ser económico, ni social, ni sustentable (tan comercial y deformado hoy en día). Vamos, ni siquiera humano, aunque sea un duro golpe para nuestros egos. Estamos hablando de un desarrollo biosférico. Constituiría una alianza hombre—naturaleza sin precedentes, en la que nuestra civilización podría aportar su inteligencia, su inspiración y sus creaciones tecnológicas al servicio de esta coalición.

En este contexto, propongo el concepto de inversión en complejidad. En lugar de invertir en dispositivos económicos, infraestructurales y financieros para atraer a los capitales transnacionales para que exploten ventajosamente nuestros recursos (naturales y humanos), se puede invertir en el territorio local/regional para:
1) incrementar su diversidad biológica;
2) restaurar los procesos regenerativos y autopoiéticos;
3) incrementar la autonomía con base a una bioeconomía autosuficiente y limpia;
4) lograr la eficiencia energética (entropía mínima), por medio de la captura de energía solar y su transformación;
5) establecer circuitos de producción y consumo internos;
6) crear inéditos nodos de investigación—educación. Es decir, se invierte en la producción de las condiciones que favorecen el tejido de lo vivo.

¿Se puede hablar de un desarrollo autopoiético? (Es decir, de sistemas que se autoproducen) Sí. Puede comenzar como una metáfora que migra al ámbito territorial para convertirse en un verdadero fenómeno autopoiético. Esto significa que debemos aprender a articular diversos elementos, como los de límite o membrana, metabolismo (proceso), estructura autoproductora (elementos internos) y acoplamiento estructural (relación cognitiva con el entorno). Lo local debe crear un límite (físico y abstracto) para delimitar lo que está “afuera” y lo que le pertenece, y realizar una “desconexión selectiva” de los impulsos y fuerzas globales dominantes. La estructura interna y el metabolismo pueden crearse a partir del incremento de la diversidad interna y la emergencia de nuevas relaciones simbióticas. De ahí la inversión en complejidad.

Lo local/regional recobraría su verdadera importancia, no como proveedor de mano de obra e insumos para una globalización, sino como elemento constitutivo y complejo de la trama biosférica. Lo local/regional contiene información holográfica del todo (principios organizativos de lo vivo; leyes físicas, químicas, biológicas) y, al mismo tiempo, información específica (relaciones de contigüidad, condiciones climáticas y geográficas, sustrato cultural) que no contiene el todo, pero que le son fundamentales para su evolución.

Nuevas propiedades a escala planetaria aparecerían como emergencias, no como producto de planes, o de las fuerzas ciegas del mercado. Surgirían de millones de millones de pequeños propósitos locales, cada uno asociado con un hábitat específico, pero vinculados a un conjunto de principios biosféricos de desarrollo. Al mismo tiempo, los ámbitos locales/regionales establecerían redes de cooperación e intercambio a escala nacional, supranacional y global. Las informaciones fluirían libremente y no estarían sujetas a derechos de propiedad, sólo a una ética de uso y un principio de precaución. Emergería otro tipo de educación.

TRES PROCESOS, TRES PREFIJOS
Vale la pena considerar la máxima de Einstein acerca de que los problemas no se resuelven pensando en el mismo nivel de conciencia que los crearon. Una nueva propuesta de desarrollo y de educación debe situarse en un estadio diferente de evolución, que responde a un nivel superior de conciencia y de conocimientos basados en las nuevas aportaciones de las ciencias de la complejidad. Si queremos que las futuras generaciones (humanas y no humanas) tengan oportunidad de prosperar, entonces necesitamos dar oportunidad para que emerja una relación distinta entre nuestra especie y la biosfera. Por tanto, a partir de ahora designamos esta nueva educación como emergente y biosférica, o, mejor aún: educación co-evolutiva.
La transformación que proponemos (¿descubrimiento de la sublevación de la materia?) implica tres procesos interactuantes y simultáneos: El primero, re—evolución, hace referencia a una revolución del pensamiento que tiene como fin proseguir el proceso de hominización. Constituye un fenómeno de metamorfosis, donde se destruye y se sacrifica la mayor parte de la estructura vital para hacer emerger otra entidad completamente nueva. Pero hay que saber qué debe desaparecer y qué es necesario conservar. El segundo, de—evolución, significa devolver, paulatinamente, a la biosfera sus capacidades de regeneración, diversidad y autoproducción, así como sus propios ciclos y ritmos, mediante acciones y no acciones. El tercero, co—evolución, quiere decir otorgarle el estatuto de sujeto a la naturaleza para establecer relaciones simbióticas de evolución conjunta.

No se trata de un mero juego discursivo. Estos procesos tienen implicaciones cognitivas, éticas, estratégicas, científicas y tecnológicas. Esta transformación implica, entre otras cosas: a) la reorganización del conocimiento; b) una nueva relación entre los nuevos saberes y el desarrollo (ahora biosférico); c) el conocimiento como patrimonio de la humanidad y no de lucro privado; d) el principio de precaución a escala local, regional, nacional y planetaria; e) la desaparición paulatina de las profesiones y carreras disciplinares, para dar paso a una metamorfosis de todas las actividades humanas.

EDUCACIÓN CO-EVOLUTIVA
El aprendizaje es una capacidad biológica, antes que intelectual. Es parte de todo lo vivo. Se aprende entonces en la complejidad caótica, desorganizada, aleatoria, reorganizada e incierta. Los conocimientos son significativos cuando se vinculan a nuestra vida, cuando sirven para acondicionar nuestro entorno local e inmediato. Los conocimientos son pertinentes porque tienen que ver con los problemas y necesidades humanas más trascendentales. Los conocimientos son contextualizados porque articulan otras escalas más amplias, incluyendo la planetaria y biosférica.

La educación co-evolutiva constituye un bucle productivo entre las ciencias de la complejidad (que articula a las humanidades y el arte) y la tecnología. En otras palabras, la educación ya no se concibe desvinculada de la investigación científica transdisciplinaria ni de las aplicaciones tecnológicas que viabilizan, a su vez, la transformación física—territorial de la cultura y la textura de las relaciones humanas. Así, los nuevos sistemas y artefactos pueden constituir bucles cerrados y funciones a partir del ingreso de la energía solar (flujo), para transformar progresivamente la biosfera a partir de comunidades y espacios locales.
Esto quiere decir que en nuestra concepción existe un macro-proceso que articula a la ciencia compleja, a la tecnología, a la educación co-evolutiva y a la planetarización. Ojo, dije planetarización, no globalización. Se rompe así con el “tetramotor” del progreso tradicional (ciencia-tecnología-industria-interés económico). Esta educación ya no produciría profesionales especializados en áreas inconexas: abogados, biólogos, ingenieros, músicos, pedagogos, economistas. Formaría nuevos ciudadanos planetarios con conocimientos integradores en ciencias, humanidades y artes que tienen como misión articular la civilización humana con el tejido biosférico, al tiempo que promueven una solidaridad transcultural.

La educación co-evolutiva no jugaría un rol pasivo respecto a los conocimientos que se generan en la esfera científica. Es decir, ya no dependería de las ciencias y disciplinas tradicionales para construir sus currículos y sus programas. Bueno, en realidad ya no habría currículos ni programas. Lo que habría son procesos abiertos de trans—aprendizaje en los ya no se sigue una senda lineal (niveles primario-secundario-terciario), sino un proceso no lineal, en sucesiones orden—desorden, que va incrementando su complejidad. Tiene entradas y salidas que dependen de las condiciones específicas locales (sociales, naturales, culturales). La investigación científica sería parte constitutiva de la educación, al igual que la tecnología, que de ahora en adelante podemos calificar como biomimética.

Veámoslo de nuevo. La única manera de poder entretejer una nueva noosfera es a través de un sistema que produzca conocimientos transdisciplinares, capaces de dotar a todas las actividades humanas de un nuevo sentido, propósito y direccionalidad: hacia una cultura planetaria. Los nuevos aprendizajes estarían enraizados en una reinterpretación de la naturaleza, de la vida y del cosmos. Los conocimientos pueden generar proyectos de desarrollo autónomo/autopoiético. Ejemplos de este tipo pueden ser: la creación de biomas que restituyan la biodiversidad local y regional; o la transformación de grandes extensiones territoriales, como desiertos, para convertirlos en tierra agrícola, al tiempo que producen agua fresca y energía limpia. Son proyectos que surgen de una nueva educación y que, al mismo tiempo, retroalimentan a la educación a través de la práctica en los espacio vitales y significativos de las personas de carne y hueso.

La naturaleza produce materiales con un mínimo de insumos, a temperatura y presión ambiente, y lo hace de manera que mejora al entorno, antes que contaminarlo o destruirlo. La educación co-evolutiva ofrece un enorme potencial para hacerlo, mediante conocimientos y una nueva generación de tecnologías híbridas a favor de la organización biosférica. En la naturaleza encontramos los precedentes para resolver los problemas que actualmente enfrenta la humanidad: hambre, enfermedades, crisis energética, escases de agua limpia, violencia. Pero sobre todo, escasez de futuro.
El laboratorio de investigación y desarrollo más exitoso ha estado en operación por 4,600 millones de años. A lo largo de ese tiempo, millones de especies han aprendido a hacer todo lo que nosotros queremos hacer. La naturaleza ha retenido lo que funciona, lo que es apropiado, y lo que es durable aquí en la Tierra. La evolución está basada en la aptitud de hacer lo que es más fácil de hacer, producido con lo que está a la mano, convirtiendo los desechos en insumos de otros procesos vitales.
Debemos aprender a mantener el clima terrestre en sintonía con las necesidades de todas las formas de vida; cosechar, almacenar y distribuir energía localmente, a bajo costo y en una variedad de formas; separar la sal del agua con energía solar; fijar carbono al tiempo que se incrementa la fertilidad del suelo, etc. Para ello, es preciso que aprendamos múltiples alfabetizaciones que nos permitan leer, decodificar, percibir y expresar en un mundo multidimensional. Habrá que re-aprender a utilizar nuestros sentidos del olfato, la vista, el oído, el tacto, el gusto y la intuición. Significaría poder comunicarnos y entrar en un diálogo polifónico con la fauna, la flora, el viento, el agua y el bosque. No se trata de un nuevo culto pagano o una posición New Age, sino de una ciencia/arte que nos ayuda a entrar en una relación más íntima con la vida terrestre.

Conceptos como información, conocimiento, inteligencia y aprendizaje son evolutivos y no antropocéntricos. Todos están articulados en lo que hemos denominado educación co-evolutiva, que crea nuevas redes “sinápticas” y de acoplamientos estructurales a niveles tanto local como global. Todos aprendemos de todos. Todos enseñamos a todos a través de nuevos lenguajes, códigos y sensibilidades. Es la única manera de seguir interpretando la sinfonía sensible que es el cosmos, nuestra galaxia, nuestro planeta.

INCONCLUSIÓN
Lo hoy expuesto es parte de mis investigaciones sobre complejidad, pensamiento complejo, desarrollo autopoiético y educación co-evolutiva. Recientemente he formado parte de un equipo transdisciplinario constituido por mujeres de diversas formaciones. Nuestra idea es pasar del plano epistemológico y teórico, al práctico y transformador, tanto en el campo del desarrollo como de la educación, que no se pueden concebir desvinculados.

Espero haberlos motivado en algún sentido, incluso en el rechazo de lo aquí expuesto. Sería un buen comienzo. Muchas gracias.

© Arturo Guillaumín T. / Universidad Veracruzana / 2008
Material sujeto a restricciones de reproducción. Sólo podrá hacerse dentro del contexto del Seminario Taller
Aproximaciones Urbanas, organizado por la Facultad de Arquitectura: 27-28 de noviembre de 2008.

viernes, 6 de marzo de 2009

Multiculturalidad y deslocalización urbana

c. Dr. Arq. María Concepción Chong Garduño


La intención de esta ponencia es enfatizar la problemática existente en las ciudades mexicanas propiciando un acercamiento crítico-reflexivo a la interpretación de las transformaciones en el ambiente urbano contemporáneo desde las particularidades de la multiculturalidad , manifiestas en el espacio público de la ciudad; examinando las incidencias de carácter global que han deslocalizado los lugares y por ende las formas de vida tradicional y bajo imaginarios universalistas que integran deseos y exacerban desigualdades.

Desde el renacimiento hasta principios del siglo XX las diversas manifestaciones del racionalismo han constituido una fuerza de renovación y progreso, formando un motor para la ruptura con el pasado y humanización del mundo, sin embargo desde la segunda mitad del siglo se ha convertido en un freno, un obstáculo, un límite, una complejidad; los criterios racionalistas de segregación, división y zonificación han entrado en crisis y, ésta, no sólo se expresa en la realidad de las ciudades sino que se manifiesta en todo tipo de arquitectura.

En México, a raíz de las aspiraciones de globalidad, muchas de las ciudades mexicanas presentan a finales del siglo XX, imágenes duales que confluyen para configurar manifestaciones inacabadas, característica en paisajes superpuestos, franjas segmentadas, obras interrumpidas y áreas deficitarias de servicios e infraestructura.

Por esta razón el "hecho urbano" constituye uno de los más desafiantes retos de y para la organización social y física, en este momento. La estructura urbana, los cambios en la forma de expresión y estética urbana están relacionados con los cambios en el modo de vida y la experiencia social.


A los procesos de estructuración urbana aparecen vinculados diferentes formas de vida, conflictos sociales y nuevos estilos de vida. Esto explica la relevancia y significación del hecho urbano en la vida social, en los modelos de actuación, planificación y desempeño individual. Por esta razón, hay que subrayar la importancia de la estrecha y mutua implicación entre el hecho físico de la ciudad, la estructura social que se cobija en ella y las dinámicas personales de cada uno de los individuos que la habitan.

No obstante que México se encuentra en vías de desarrollo, las formas urbanas de nuestro país se han ido insertando poco a poco en la globalidad . Los rasgos que se destacan, es el de la imagen, en tanto elemento de transición por sí mismo y el de la planeación urbana a través del ordenamiento del uso del suelo, instrumento que parece idóneo a la dinámica neoliberal . Como consecuencia de esto, la estructura social del país ha entrado en nuevas dinámicas, regidas básicamente por una economía de mercado.

La globalización la enfatiza A. Giddens , como consecuencia de la modernidad y ubica a la ciudad moderna como una forma social que observa continuidad con los órdenes sociales preexistentes. Acepta además que, “los asentamientos humanos modernos incorporan a menudo los sitios de las ciudades tradicionales”, a pesar de que la modernidad los desborda.

Frente a la imagen tradicional y para que las ciudades mexicanas participen con éxito en los mercados globales, México ha promovido cambios, en los cuales un componente especial es la imagen urbana. Las posibilidades de competitividad venturosa fueron previstas en torno de un conjunto urbano que debe consolidarse como sistema de ciudades eficientes. Maya Ambía (1998). Para lograrlo, se ha tratado de transformar lentamente, el medio urbano con la intención de adecuarlo a una imagen guía de aceptación internacional.

Estas transformaciones han traído como consecuencia que las formas de la ciudad, en el actual ambiente urbano contemporáneo se perciban con una imagen distinta; cada espacio público, cada rincón, cada componente arquitectónico, cada paisaje, constituyen figuras cambiantes, de las que se puede percibir siempre una impresión distinta. De esta manera la ciudad deja ver una identidad visual distinta, presenta un escenario para ser reflexionado y reelaborado constantemente, se construye y reconstruye junto a las transformaciones del espacio urbano, generando nuevos modos de circulación, de composición, de organización; por ende nuevas formas de sociabilización y de apropiación del ambiente común. La ciudad es, pues, el resultado de la confluencia de tres tipos de parámetros: físicos, sociales y personales.

El crecimiento y las transformaciones en las ciudades mexicanas, han provocado que actualmente se manifieste una mayor intensidad de relaciones espaciales, de relaciones sociales relativamente autónomas; sumado a esto, ahora las innovaciones tecnológicas de la comunicación propician el empleo indistinto de los espacios, mediante redes de interacción. Maya Ambía (1998).

Estas redes de interacción de las ciudades, se han convertido en estructuras complejas, en espacios de flujos o ecosistemas abiertos, como reconoce el ecólogo Terradas, quien desde su particular rama del saber se ha aproximado a la conceptuación de los procesos que inciden en la dinámica urbana. La ciudad, se compone hoy en el espacio como una trama de relaciones que tienen su formación en una estructura física determinada, estructura que se constituye en “hábitat”, de millones de seres humanos sobre el planeta.

La ciudad tal y como la conocemos hoy se extiende más allá de sí misma, con el avance de las comunicaciones, a través de las redes de transportes, haciendo converger lo urbano con la rural, se han creado sistemas poli-céntricos (un conjunto de ciudades o poblados que se extienden más allá del ámbito urbanizado), superando las hasta ahora limitaciones territoriales reconocibles para el urbanista. En estos procesos, al mismo tiempo, las funciones centrales del casco viejo de la ciudad, han sido desplazadas.

Este es el contraste que pone de manifiesto la dinámica de deslocalización de actividades y crecimiento de las redes de ciudades. Esta progresiva deslocalización de lo urbano, se manifiesta en la superación de la centralidad y la periferia de las ciudades, como señala Susana Finquelievic, al decir que, se identifican señales del surgimiento de una sociedad basada en formas inéditas de convivencia social que deja de tener su base en las formas clásicas cotidianas, y que eventualmente abandonan sus anclajes territoriales para tejer redes sociales globales.

Es justamente, en este proceso de crecimiento y transformación de las redes de ciudades donde hallamos espacios o lugares deslocalizados, y en donde se debe encontrar sentido y una necesaria aproximación a los procesos de ordenación territorial de la red de ciudades en la que estamos inmersos. Por un lado, porque nuestra sociedad integra las correlaciones de una globalidad en las comunicaciones y en los sistemas de transportes que disminuyen la importancia a la aplicación de los esquemas tradicionales de la planificación física. Por otro lado, porque la ordenación territorial se proyecta en las ciudades como realidad manifiesta. Debemos vislumbrar que en un esquema de ciudades globales, la función que éstas desempeñan en el espacio cambia, y lo hace al mismo tiempo que opera una distinta configuración del espacio y de la ordenación territorial. Como expusiera Finquelievich, las ciudades que logren integrar la tecnología, la sociedad y la calidad de vida en un sistema interactivo, ocuparán un lugar central en la nueva sociedad generando un nuevo mapa de centralidades y periferias urbanas.

En esta nueva configuración del espacio, existen lugares que se han quedado deslocalizados. Espacios que al no responder a las exigencias actuales, se han quedado condenados en parte a la inutilidad en una óptica de rentabilidad económica. Por otra parte, al no haber tenido una evolución urbana clásica sino estando modelado y organizado alrededor de otro tipo de actividades, se distinguen del tejido y del funcionamiento urbano y no puede integrarse a éstos fácilmente. Estos espacios al estar desfasados con respecto del sistema urbano se convierten en zonas más o menos abandonadas o subutilizadas.

Este abandono genera con bastante rapidez una verdadera degradación, y aparecen entonces lo que se llaman comúnmente "espacios baldíos" o “construcciones abandonadas”. Espacios y construcciones urbanas cuyo funcionamiento estaba integrado a la vida urbana y que se encuentran hoy en día olvidados. Como comenta Hayuth, en la mayoría de las ciudades, este espacio se convierte progresivamente en una especie de "no-man's land” , cada vez más desierto y degradado. El espacio ha sufrido una especie de petrificación en el tiempo, y constituye una anomalía anacrónica frente a una ciudad, que por el contrario, se ha transformado con gran rapidez.

La fractura simboliza generalmente para la población urbana la decadencia y hasta la muerte de esos espacios. En muchos casos estos sitios “deslocalizados” han sido la causa de la grandeza de esas ciudades y constituyen una base cultural a la cual la población se siente fuertemente unida. Pero las rápidas mutaciones trastornan todos los hitos, ya que los cambios no son verdaderamente comprendidos e integrados, muchos de los nuevos espacios de la ciudad son más o menos lejanos. Así, a falta de una imagen que los sustituya, los baldíos constituyen un verdadero traumatismo desde el punto de vista de su identidad para las ciudades cuyos habitantes, al percibir en el espacio una imagen de desolación, desarrollan una verdadera nostalgia con respecto a la actividad pasada.

Esta deslocalización o “segregación espacial”, definida así por Zaida Muxi, son zonas de la ciudad que caen de la vida urbana inexorablemente, que siguen siendo segregadas aún cuando se proponen rehabilitaciones sectorizadas y encerradas a través de espacios recuperados (de la ocupación de edificios antiguos y de la creación de nuevas áreas urbanas aisladas); promoviendo una negación explícita y destrucción del tejido urbano. Es por esto que, debe hacerse hincapié en que en la ciudad, los espacios deslocalizados son raramente el reflejo de una decadencia, sino más bien la expresión puntual de una inadaptación, a la cual la ciudad, no ha tenido los medios de responder. Esta situación parece hoy día muy perjudicial para la ciudad, ya que simboliza una situación de crisis y de traumatismo poco compatible con la promoción de un dinamismo y de una imagen de desarrollo.

La fisonomía urbana también se ha visto afectada, por otros procesos que han sido igualmente influyentes en la conformación de nuevas realidades. Entre ellos destacan los cambios en los espacios públicos y privados, mismos que tienden a la polarización, el aislamiento, la desarticulación, la segregación, la fortificación y el aislamiento.

Así encontramos otros lugares deslocalizados constituidos por una tendencia creciente a la construcción de espacios cerrados que se aíslan del resto de la ciudad. Esta situación arruina lo local, que presenta características específicas, como un espacio acotado, apropiado, lo desarticula, convirtiendo los espacios en “no lugares”; células que no reconocen las cualidades de un lugar como lo reconoce M. Augé, quien comenta que los lugares deben ser “espacios que propicien relaciones sociales, espacios revitalizados que reconozcan su historia y conserven la identidad del lugar”.

Zaida Muxi las llama islas, y dice que constituyen áreas residenciales o ciudades simuladas, que pretenden que la vida sea un continuo sedado dedicado al consumo inconsciente, que se apropian y seccionan territorio para suplir otras funciones. Por el contrario provocan el alejamiento de los espacios públicos abiertos y una pérdida de la calle como un espacio colectivo, y proliferan los espacios cerrados como los centros comerciales y los fraccionamientos bardeados. Se construyen fraccionamientos cerrados con una morfología defensiva que promueve el confort, la exclusividad, la seguridad y la armonía con la naturaleza; en los que además prolifera el aislamiento, la segregación y la exclusión. Como consecuencia de esto, la vida que se desarrollaba en la calle, en los parques y los cafés pasa a desarrollarse en interiores, tales como, en centros comerciales, en los fraccionamientos cerrados o en los clubes deportivos.

El encierro del que hablamos es paradójico considerando que vivimos en un mundo globalizado. Las ciudades de hoy en día reflejan procesos que se repiten por todo el planeta; se construyen territorios globales que promueven cada vez más el encerramiento y que lo conforman como un fenómeno internacional, reflejado en las múltiples formas de nombrarlo, como “gated communities”, “ciudades blindadas”, “bunquerización”, “urbanizaciones cerradas”, “ciudades cerradas”, “fortificaciones”, entre otros.

En estas pequeñas unidades fortificadas; los individuos se encierran, cada vez más, en sí mismos, en comunidades simuladas y en estructuras llenas de muros físicos y simbólicos, que dan la sensación de bienestar, exclusividad y seguridad, pero, al mismo tiempo, nos recuerdan constantemente de los peligros externos y la importancia de mantenerse aislados. Las nuevas islas urbanas ofrecen protección y construyen en su interior una utopía que contrasta con las circunstancias que viven los citadinos, con la criminalidad, la contaminación y la pobreza que se hacen patentes en los espacios públicos. Para ello, el encierro se presenta como una alternativa vital, que le permite al ciudadano-consumidor olvidar los aspectos adversos del territorio en donde vive y al cual pertenece.

Jaime Lerner reconoce estos espacios deslocalizados, de cara a ellos y atraído por la fuerza de la gravedad del maltrato que sufren las ciudades del mundo entero, propone una infinita cantidad de ideas para el uso de estos espacios. En su más reciente libro de "Acupuntura Urbana", relaciona la forma de intervenirlos, tal como lo hacen los pinchazos de las agujas orientales en el cuerpo humano. Usa el criterio de que se deben tocar los puntos de las zonas urbanas de manera que ayuden a curar, mejorar, así como crear reacciones positivas y en cadena; provocando la evolución de la ciudad como un todo. La medicina de Lerner propone actuar con pequeños estímulos simultáneos que activen la transformación urbana, que generen una reacción, escuchando el sentimiento de los ciudadanos, haciéndoles partícipes del cambio y actuar con calidad y precisión.

Las ciudades mexicanas forman parte de una dinámica del mundo occidental contemporáneo, inmensamente complejo, producto de las acciones y las ideas del ser humano, de sus formas de relación y de sus estructuras de poder, regido por las desigualdades sociales y territoriales. Vivimos en un espacio heterogéneo, como lo planteó Foucault en 1967, el de “Heterotopía”, el espacio del mundo contemporáneo por excelencia; un espacio que es sinónimo de estrés, de paro, de contaminación, de delincuencia, incluso de violencia. Vivimos en ciudades que van perdiendo el carácter público que las generó, e intereses privados las transforman a su antojo. Se están diluyendo sus rasgos históricos, sus barrios populares, sus señas de identidad, sometidas a la ley del mercado que campa a sus anchas.



Son espacios en los cuales el espacio público va cediendo terreno a una organización semiprivada, donde hay un acceso desigual al espacio y donde el lugar es vivido conforme a los parámetros establecidos por el consumo y que dan lugar a una reorganización del territorio metropolitano donde hay una ruptura de lo comunitario. Ciudades donde los espacios deslocalizados aumentan cada día, los baldíos, las construcciones abandonadas o subutilizadas, los centros comerciales, los fraccionamientos cerrados. Los lugares para practicar deportes, los complejos educativos se producen y reproducen a lo largo y ancho del país, pero cada vez más bajo un esquema fortificado, caracterizado por el aislamiento. En contraposición tenemos una calle que cada vez más es lugar de paso, de juego y trabajo para aquellos que han sido excluidos de la lógica del miedo y el consumo.
Con este escenario no queda más que fomentar el papel de estos espacios aislados como nodos centrales, para unir y rescatar los fragmentos, para que dejen de ser islas y pasen a ser nodos de centralidad, a partir de los cuales volvamos a tener una ciudad.

El momento actual, por lo tanto, debe orientar su análisis y su reflexión no solamente a los aspectos cuestionables de la planificación urbana cuantitativa y su ideario moderno, sino también a toda la materia establecida de la ciudad, y a partir de allí evaluar los resultados concretos de las situaciones portadoras de sentido. Actualmente nosotros andamos a tientas con lo nuevo, y el vacío que acompaña esta búsqueda hace más fácil y refuerza la tendencia a la regresión y a la necesidad de apegarse a las tradiciones más recientes.

La ciudad es una herencia de fases históricas; cada legado es el reflejo de las necesidades materiales y espirituales de los ciudadanos del pasado, de la tecnología del momento, de las bases económicas, de las instituciones y de las distintas configuraciones sociales. La ciudad se puede considerar como un lugar excepcional de convivencia. Hay que saber aprovechar su densidad, que genera riqueza y diversidad cultural. Concebir la urbe como un espacio ideal para la formación, el trabajo, la diversión, un espacio civilizado y placentero. Debemos considerar sobre todo, como afirma Kevin Lynch, que la ciudad es tal como la ven, piensan, viven y perciben los propios ciudadanos y es distinta según la clase social, la movilidad o la economía del individuo.

Es posible ver y concebir el espacio urbano como un proceso creativo, donde los proyectos arquitectónicos y urbanos se conviertan en soporte para las actividades y percepciones humanas, recobrando factores contextualizantes y sociales a través de la intervención de los espacios deslocalizados; donde cada ciudadano pueda intervenir activamente, entablándose un diálogo entre espectador y obra con una necesidad de experimentar y descubrir estéticamente la ciudad.


BIBLIOGRAFÍA
AUGÉ, MARC (1994), Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Gedisa. Barcelona.

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