martes, 2 de junio de 2009

Proyecto, narrativa, estética y simbolismo para un proceso urbanístico veracruzano con una nueva visión.

Harmida Rubio Gutiérrez


¿Qué es lo que más te gusta de tu barrio?
Pos… mi vecina, la mera verdad

Niño de la colonia Revolución, Xalapa Ver.

“Ciudades para vivirse con la cabeza, no con el corazón…”Mariano J. Strasslus

Las mañanas fresquecitas, las noches de lluvia, cuando pasa el afilador y chifla, cuando se sienta uno en una piedra a ver al río, las fiestas del santo patrono, los cerros que se ven allá lejos, los árboles grandotes como los del parque, los algodones que se compran los domingos, los caballos, lo que se puede ver de la azotea de anc´a el abuelo, el hueledenoche de casa de mi compadre.

El territorio, la ciudad, el pueblo, ¿de qué están compuestos, además de casas, calles, barrios, equipamientos, comercios, infraestructuras, medio físico natural y artificial, economía y demografía?

Nos hemos hecho a la idea de que el territorio y sus asentamientos humanos se cuantifican para valorarlos; o en el mejor de los casos se les asignan valores cualitativos a estos aspectos naturales, artificiales, urbanos y socio culturales, que casi siempre tienen que ver con la eficacia y funcionalidad de las cosas. Así, analizamos y diagnosticamos problemáticas en base a criterios de eficiencia, de estructura, de optimización de procesos, de economía de medios; pero casi nunca de belleza, emoción y narrativa.

El modelo de planeación que ha heredado nuestro Estado de Veracruz, derivado de las leyes de ordenamiento urbano nacionales, se ha basado desde hace muchos años en la ética urbanística del racionalismo. La razón por encima de la emoción y la percepción. La zonificación primaria y secundaria, la identificación de usos del suelo y coeficientes de ocupación y utilización del suelo, el cálculo y definición de reservas territoriales, son muestra de la búsqueda incesante por la eficiencia en las ciudades y los poblados, la consolidación de asentamientos en los que todo funcione bien, ahora, el día de mañana y dentro de veinte años.

La presente propuesta pretende poner en la mesa otras formas de abordar las realidades espaciales del fenómeno territorial, desde un enfoque estético, simbólico y narrativo. Justificando en primera instancia el porqué de esta otra perspectiva, mencionando después sus principales objetivos y finalmente poniendo la propuesta dentro de un esquema metodológico. No se pretende aquí borrar o eliminar la perspectiva funcionalista de los instrumentos de planeación vigentes, pero sí complementarlos con una nueva visión.

Sin embargo, sí que se cuestiona aquí la eficacia de la Planeación Urbana, y se propone dentro de la metodología, el abordaje de nuestra realidad territorial a partir del Proyecto Urbano.



Necesidades, satisfactores e interpretación
“No hay buenos o malos urbanistas, sino buenos o malos traductores”Mariano J. Strasslus

La metodología actual para el estado de Veracruz, utilizada para centros de población, aplicada también para las comunidades rurales y suburbanas; plantea el abordaje de los aspectos del medio físico natural, medio físico artificial, relaciones regionales, aspectos urbanos y aspectos demográficos y socioeconómicos pero desde la perspectiva cuantitativa, desde el cálculo poblacional y las hipótesis de crecimiento; no desde el reconocimiento de las personas que habitan en las comunidades, su visión del mundo y su forma de vivir.

Digamos que los planes actuales se preocupan por cubrir lo que comúnmente llamamos: las “necesidades básicas” de los habitantes del lugar; estas “necesidades” se traducen en programas y políticas públicas en las que se les otorgan a los ciudadanos de un lugar, los servicios necesarios para integrarse al desarrollo: calles pavimentadas, infraestructuras de comunicación y servicios, equipamientos, transporte público, etc.

No obstante, existe otra consideración sobre lo que son las Necesidades Fundamentales. Los filósofos y economistas chilenos Max-Neff, Elizalde y Hopenhayn; señalan que “Las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en el que ellas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compensaciones son características propias del proceso de satisfacción de las necesidades”. Hacen hincapié en la diferencia entre necesidades y satisfactores; que son éstos a los erróneamente denominamos “necesidades”. Así el satisfactor es la forma en la que se cubren estas necesidades, mas no la necesidad en sí misma. Señalan como las principales necesidades humanas: la Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Identidad y Libertad.

El alimento y el abrigo no son necesidades, son satisfactores de la necesidad de subsistencia, por ejemplo. Por otro lado, apuntan de manera contundente que un mismo satisfactor puede contribuir a cubrir más de una necesidad, como es el caso de la arquitectura y el urbanismo; y finalmente, señalan un aspecto básico para esta argumentación:

“Las necesidades humanas fundamentales son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia a través del tiempo y de las culturas es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades”.
Así pues, no puede ser aplicada la misma metodología para una zona conurbada, que para un centro de población que para un poblado rural; pero más aun, no pueden ser planteadas el mismo tipo de estrategias para todos los casos. Cada contexto necesita satisfactores distintos a necesidades iguales. Así, el abastecimiento de agua, las zonas de encuentro y recreación, los lugares para la reflexión y el ocio, la arquitectura, el tratamiento del espacio público y el privado, no pueden ser resueltos de la misma manera en todos los casos; dado que la concepción e interpretación de los territorios es distinta según la gente que los habita.
Sumado a esto, los planes actuales han basado se atención a cubrir sólo las necesidades de Subsistencia y protección, y en el mejor de los casos, la de identidad; dejando de lado el resto de las necesidades humanas (afecto, entendimiento, participación, ocio y libertad) que entrelazan los ámbitos del cuerpo, la razón y la emoción.



Si bien es cierto que en cierta medida la cuestión de “aspectos culturales” se toca en estos instrumentos de planeación (en los apartados de patrimonio e imagen urbana, por ejemplo), no siempre se tiene una respuesta concreta a estos aspectos en la etapa de Estrategia que es donde se concentran las propuestas.
Probablemente, se argumente a este respecto que desde la perspectiva de sociólogos o antropólogos, dentro de los planes de ordenamiento sí se abordan estas cuestiones y no sólo desde la línea cuantitativa; sin embargo, explícitamente la metodología y el proceso de “hacer” estos instrumentos de planeación, no señala los aspectos relativos a conseguir espacios de identidad, de encuentro, propicios para el conocimiento, el afecto, el ocio y la participación.

Entra entonces otro concepto para completar la fundamentación de esta propuesta:
El concepto de Interpretación . Según las páginas del periódico El País de España, Interpretar es realizar una persona algo según el pensamiento, deseo, etc. de otra.
Es precisamente esta parte del proceso en la que muchos esfuerzos del diagnóstico en los instrumentos de planeación pierden fuerza y sentido. Aunque se hayan investigado con rigor los aspectos de la cultura del lugar, las características que hacen que la población se vincule a su territorio; muchas veces no se responde a esto de manera integral en la estrategia; dado que, como ya se ha dicho, se atienden cuestiones más funcionales que simbólicas es estos planes.

En los planes actuales, el apartado que precede a la Estrategia se denomina: Normatividad, y es ahí donde se da la “interpretación” del diagnóstico, según reglamentos, normas y leyes para su aplicación en la realidad. No se cuestiona aquí la aplicación de estos parámetros; sin embargo, se señala la carencia de un sentido de Interpretación que vaya desde lo simbólico, lo emotivo y lo narrativo y llegue a materializarse en lo formal y lo estético.

Como resultado de la metodología actual casi todas las propuestas se refieren a estrategias de “Suelo”, el llamado “Plano síntesis” es prueba de ello, se llega a una zonificación de los usos del suelo y reservas basado en una concepción del territorio en dos dimensiones. La cartografía tanto de diagnóstico como de estrategia está compuesta únicamente por plantas, salvo los apartados de Patrimonio e Imagen Urbana, que contienen algunos larguillos y secciones de lugares específicos. Sin embargo, el uso de cortes, fachadas y plantas, no refleja ni la percepción ni la interpretación del sitio y territorio en su totalidad.
“La reducción que a lo largo de siglos han ejercido la cartografía y la estadística como apisonadoras de la sensualidad urbana, rica y compleja, debe recuperarse partiendo de las relaciones de la experiencia sensorial como estructuras urbanas fundamentales”. Señala Manuel de Solá Morales a este respecto.

¿Cómo proponer entonces estrategias en las que se consideren estos aspectos? ¿Cómo se traducirían las necesidades fundamentales de los habitantes en espacios concretos y acciones específicas? ¿Es este planteamiento más correspondiente al ámbito de la arquitectura, la psicología o la sociología que del urbanismo?
He aquí el inicio de la propuesta.

Cuatro ejes y un proceso para una propuesta
“La ciudad es un lugar donde cada sujeto juega su existencia,
donde sus anhelos y sus pasos cobran destino,
donde desarrolla su vida, donde trama sus lazos y encuentra su soledad:
habita la ciudad o más bien la ciudad lo habita.”
Joaquín Caretti

Manuel de Solá Morales, teórico del urbanismo contemporáneo, dicta que la utopía, la búsqueda del bien común a través de la cuantificación, el trámite, la norma y la planeación son las fórmulas que se han visto repetidas en el quehacer del urbanista contemporáneo; sin embargo, se puede contemplar muchas veces que la intención de estos planes se ha revertido a una realidad ajena, con la que los habitantes del territorio no se sienten identificados, aunque sí, acostumbrados. Como respuesta a esto, propone en su ensayo “Cuatro paradigmas para un curso de ética urbanística” (2005) un cambio de paradigma en la cuestión de principios urbanísticos. Señala que estos principios deben ser más laicos y más inciertos:
a) Identidad.- Una identidad entendida como la forma de relacionarse de un pueblo hacia su interior, pero más aun hacia su exterior. No una identidad empeñada en defender a toda costa las huellas del pasado, sino una identidad que reconozca la realidad presente del pueblo, sus características locales que la hacen única frente a la globalidad contemporánea. “En la identidad está la capacidad de seducción de las ciudades”
b) Sensualidad.- “El gran territorio como el rincón de la calle son experiencias totales para los sentidos” . El ambiente creado a partir de emociones y sensaciones, el espacio de la vivencia a través de todos los sentidos, no solo de la vista, como el espacio primordial del urbanismo. Comprender, interpretar, vivir e intervenir la ciudad a partir de la experiencia, del disfrute y el aprecio. Se confronta aquí el razonamiento urbanístico aséptico, de la cuantificación, la objetividad y la coherencia; frente a otros valores que “trabajen en cambio por la cualificación del espacio como experiencia de las relaciones sensibles de los cuerpos humanos”.
c) Equidad territorial.- Entendida no como una medida para homogeneizar el territorio, no como un procedimiento en el que se da a todos lo mismo, no, Equidad como la actitud de dar a cada uno según sus peculiaridades. Así, el reconocimiento de las diferencias es primordial para lograr la equidad territorial, se trata de reconocer las desigualdades para trabajar contra ellas, acerca de ellas, a partir de ellas.
d) Diferencia.- Lo materia prima con la que se hilvanan los tres anteriores conceptos. La diferencia como uno de los valores principales ante la homogeinización global (Castells 2000), como campo de experimentación hacia nuevas preguntas acerca del urbanismo y la arquitectura (Koolhaas 2000). En la búsqueda de convertir los espacios en lugares, la identificación de las diferencias nos puede llevar a proponer objetivos de superposición y ambigüedad, de promiscuidad y de contraste; donde nuevos modelos de planificación y diseño urbano podrían construirse.

De esta forma, Solá Morales propone la discusión sobre una nueva forma de actuar urbanísticamente, con otra conciencia y con una nueva serie de procesos. Se cuestiona, como ya se han cuestionado desde hace sesenta años los teóricos del urbanismo italiano y español, la vigencia y la pertinencia de la planeación, referida más a soluciones de tipo funcional y estructural que a respuestas acerca de la vivencia de sus habitantes.

Refuerza la idea de trabajar sobre segmentos de ciudad, a diversas escalas; invita al viaje de lo macro a lo micro a través del Proyecto Urbano.

“Hay que romper la opacidad metodológica de planes y estudios urbanísticos y fracturarlos en acciones parciales, artísticas en sentido estricto, abiertas a imaginaciones del territorio más amplias y profundas que las delimitaciones planimétricas”.

Es precisamente en las comunidades suburbanas y en las zonas rurales, donde es más factible la aplicación de estos nuevos paradigmas (aunque en esos lugares no son tan nuevos); ya que la experiencia de vida de quien los habita, está todavía relacionada intrínsicamente con su entorno de una manera casi simbiótica, con unos significados muy potentes que sólo están a la espera de ser identificados y traducidos en espacios sensuales, identitarios, equitativos y diferentes.




Del plan urbano al proyecto de los lugares diferentes
Como ya se ha dicho, la discusión acerca de la pertinencia del Plan en relación a la del Proyecto Urbano no es nueva; se ha generado desde los inicios de la determinación del urbanismo como disciplina y se ha dado en los últimos dos siglos de manera más frecuente y contundente.

En el siglo XX, en los años 50 y 60 concretamente, la escuela Italiana de Venecia (Muratori, Aymonino y Rossi) empieza a realizar estudios urbanísticos relacionados con la forma y la estética de los espacios urbanos: principalmente dirigidos a la morfología, la tipología y los imaginarios sociales en relación a su entorno urbano. Estudios en los que se hacía evidente la relación entre el paisaje urbano (o rural), el cultural y el natural; y se señalaba que la evolución de estos paisajes responde más bien a una inercia propia, y que no se deriva de los programas económicos y políticos de los gobiernos que generan los Planes Urbanos.



A este respecto Han Meyer (profesor de Diseño Urbano, teoría y Método en la Universidad de Delft Holanda) señala que: “El plan, y también, por lo tanto la planificación son un fenómeno típico del siglo XX, basado en el supuesto de que las autoridades son capaces de comprender por completo las tendencias sociales y de que este conocimiento permite a esas mismas autoridades guiar con precisión dichas tendencias.” No hace falta decir que la crisis de la planificación urbana en México (foro Aproximaciones Urbanas 2008), cuestiona este supuesto.

Por otro lado, es Luigi Mazza, precisamente un Italiano el que hace la siguiente observación en relación a Planes y proyectos urbanos: “En Italia, el término urbanística incluye habitualmente al menos tres actividades diferentes: La planificación de usos del suelo, las políticas locales para el desarrollo y la proyectación urbana. Sin embargo, ocurre que gran parte de la cultura profesional y académica se resiste a distinguir entre ellas e insiste en la suposición de que exista una continuidad teórica y metódica entre las tres actividades.”
Si bien es cierto que las visiones planteadas en este apartado surgen desde el ámbito europeo, en México la realidad es muy similar.

Dentro de la metodología de trabajo para realizar los planes de ordenamiento urbano, se maneja un apartado en la etapa de estrategia llamado “Metas y proyectos específicos” , que es en donde debería aplicarse el Proyecto Urbano. Sin embargo, el análisis que se da en la etapa de diagnóstico, corresponde más a la evaluación de disposición de usos del suelo y densidades que al análisis morfológico, social y de paisaje necesario para generar proyectos urbanos que contribuyan a la identidad del lugar, que generen espacios de vida y que además sean bellos. Como resultado, estos proyectos, suelen ser sólo aproximaciones al planteamiento del proyecto, y dentro de la totalidad de la etapa de estrategia se ven opacados y reducidos contra las acciones específicas y extensamente descritas en los casos de usos del suelo o densidad, por ejemplo.

Existen los programas de Diseño Urbano para zonas de nueva creación en zonas conurbadas o centros de población, existen los Planes Parciales en los que la escala permite (desde la óptica de los planificadores) llegar a criterios primarios de diseño urbano, pero lo que no existe, al menos en el Estado de Veracruz, es una metodología del Proyecto Urbano para la totalidad de un asentamiento existente ya sea urbano o rural. Es decir, el Proyecto urbano se aplica desde una escala de una zona de la ciudad, o bien desde un sector o enfoque específico: llámese plan de movilidad, o plan de turismo sustentable, o plan de infraestructuras. Pero nunca como solución integral.

Prueba de una Estrategia Integral de Proyectos Urbanos que ha resultado en la recuperación de una ciudad para sus habitantes y que ha aportado notables acciones para la afirmación de la identidad local es el llamado “Modelo Barcelona”, encabezado en esa ciudad por el arquitecto Oriol Bohigas desde la década de los 70; y que se ha estado diseminando por todo España y Europa en los últimos 30 años.

Los planes de ordenamiento urbano señalan leyes, normas y parámetros que deben cumplirse para lograr una ciudad ordenada, sin embargo la ley y la vida cotidiana, no siempre se corresponden.

En palabras de Mockus, “la armonía de ley, moral y cultura podría definirse como la conjunción entre la desaprobación moral o cultural de comportamientos ilegales, y la aprobación moral y cultural de las obligaciones legales. Por otro lado, hay divorcio cuando comportamientos ilegales son aprobados por la moral o la cultura, o cuando las obligaciones legales son censuradas por la moral o la cultura.”
Sin embargo, el proyecto urbano y la arquitectura misma sí que se presentan diariamente en la vida de los habitantes de un asentamiento, y siguen actitudes y procedimientos que son más naturales y que emergen del comportamiento contemporáneo de la sociedad, o bien, cuando la arquitectura o el proyecto urbano no son coherentes con su realidad cultural, las personas del lugar acaban modificándolos, rechazándolos o dándoles otro sentido.

Un ejemplo claro: Cuando se crea un “libramiento” para alguna localidad, el proceso natural urbano que se genera a su alrededor es el crecimiento de unidades comerciales y vivienda aledaños a la carretera (Ing. Manuel Herce, Barcelona 2003). Es bien sabido que existen leyes que prohíben que estos acontecimientos se den, pero finalmente se dan.

En la localidad de Castell Playa de Aro, en la Costa Brava española, creó un parque inundable, en una zona en la que quería evitarse el crecimiento urbano, aledaña a una carretera; ofreciendo así a la ciudad un espacio de convivencia y evitando el emplazamiento de zonas comerciales o de vivienda.
Así, el proyecto urbano responde materialmente a estos procesos naturales y culturales; y aclaro, que no siempre está peleada la respuesta proyectual con la de la planeación, más bien, se complementan.

Una vez más puede surgir el cuestionamiento acerca de que si las estrategias europeas aquí mencionadas pueden ser aplicadas en el contexto mexicano, y más aún en territorios suburbanos o rurales; la respuesta seguramente es que no, que tendremos que buscar un modelo propio, acorde a nuestra ideología e identidad; sin embargo sí que pueden ser un punto de partida para la generación de una propuesta.
Precisamente siguiendo este interés por generar una propuesta encajada en el contexto veracruzano actual, defino a continuación las características del Proyecto Urbano (a diferencia del plan) que aportan alternativas estructurales, funcionales y estéticas para los territorios urbanos y rurales.

El proyecto urbano:
1.- Actúa en aquellos espacios estratégicos en donde la complejidad (entendida como la superposición de cualidades importantes tanto espaciales, como sociales y ecológicas) se concentra -calles, espacios públicos, límites y fronteras entre el asentamiento y su entorno, transiciones entre espacios de vivienda, puertas de la ciudad o asentamiento, paisaje natural-.
2.- Resuelve con un solo proyecto varios problemas a la vez -un parque lineal que genera un espacio público de convivencia y que a su vez genera sistemas sustentables de captación y aprovechamiento de agua de lluvia, por ejemplo-
3.- Trabaja y funciona a distintas escalas -Un mismo proyecto puede resolver situaciones en lo regional, en la totalidad de lo urbano o lo rural y en lo barrial-
4.- Condensa los factores estéticos, emotivos, narrativos y simbólicos con los que los habitantes del núcleo urbano o rural se puedan sentir identificados.
5.- Pone a disposición de la comunidad, un espacio activo y tangible, en el que ésta pueda manifestarse y hacerlo propio.
6.- Hace evidente y materializa la relación entre el asentamiento y los valores del paisaje que lo rodea.

Es así como desde el proyecto urbano, se propone que se generen las propuestas que atiendan a la totalidad de las necesidades fundamentales (Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Identidad y Libertad), que se trabaje en la búsqueda de territorios más sensuales, equitativos, afianzadores de identidad y diferentes; cambiantes y polifacéticos, y más aun, que se involucre a la comunidad para generar una ciudad o núcleo rural que sientan suyo, que por consecuencia protejan, valoren y promuevan.

El papel del arquitecto/urbanista en el proyecto urbano con perspectiva estética, simbólica y narrativa
“Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña”Jorge Luis Borges

Es el arquitecto el que tiene la formación para identificar problemáticas y potencialidades espaciales, definir intenciones, pensar territorialmente, ubicarse mentalmente en una realidad tridimensional mediante la comunicación gráfica, relacionar los ámbitos de la percepción humana con las características de los espacios, solucionar varios problemas a la vez, manejar distintas escalas, pero sobre todo, traducir de un lenguaje verbal a un lenguaje espacial.

Sabemos que es innegable que la generación de intervenciones urbanas y rurales debe darse desde la multi-inter-transdisciplina; que no basta con una sola mirada de un objeto tan complejo como lo es la ciudad o el campo, para darle respuesta. Así pues, los equipos de trabajo destinados a las intervenciones en estos territorios deben estar compuestos por profesionales de distintas áreas: sociólogos, antropólogos, biólogos, ingenieros, economistas y por supuesto, arquitectos; además de la medular participación de la comunidad, los gobiernos, la iniciativa privada y la sociedad civil.

Sin embargo, dentro de este universo de actores que participan ya sea en la elaboración de Planes o Proyectos urbanos, es precisamente al arquitecto a quien le corresponde la tarea específica de atender los aspectos espaciales, estéticos, formales y por consecuencia simbólicos del territorio, y son precisamente estos aspectos los que han estado quedando fuera de la metodología de intervención.
Por otro lado, también el arquitecto está formado para construir y decodificar lenguajes espaciales. Dentro de esta construcción y decodificación, se da la narración de historias, o por lo menos de situaciones. El arquitecto (y el urbanista) genera el escenario para la vida (Julio Sánchez Juárez 2006) y por lo tanto, debe entender de narrativa.

Reforzando esta idea el Profesor de Política Cultural Urbana J. Mark Schuster señala: “Cada lugar debe tener su propia identidad proyectada, para ofrecer alguna experiencia o cosa temática diferente a las demás, pero al mismo tiempo lleva a cabo su contribución única a la narración general. El desarrollo de un plan territorial para un paisaje cultural no difiere de redactar el guión de una película. En ambas acciones están involucradas las mismas aptitudes.”

La narrativa espacial, así como la de la literatura, está sustentada sobre una estructura, en la cual aparecen unidades básicas (Aristóteles) sobre las cuales se ejerce la mayor fuerza de una narración. Estas unidades son los acontecimientos más importantes que tendrán que irse conectando para dar a la historia coherencia y fuerza. Espacialmente es lo mismo. Dentro de un asentamiento o territorio, existen lugares que concentran la historia y el valor simbólico más representativo para la comunidad y que necesitarán ser conectados por otros lugares complementarios que conformen al espacio urbano (o rural) como un todo heterogéneo. Es difícil en este sentido separar las partes del todo, sin embargo, es precisamente en las individualidades, es decir, en la arquitectura y los “hechos urbanos” (Rossi) en donde se sustenta el sistema de permanencias de la ciudad (que serían las unidades básicas de la narración).

Las permanencias son entonces, las huellas del pasado, sin embargo no están exentas del presente, ya que continúan vigentes en la ciudad o el territorio, y de hecho, son sus principales elementos constitutivos.
Estas permanencias están dadas por: El valor constitutivo dentro de la ciudad, la historia y el arte, el ser, y la memoria (Rossi).



Muchas veces estas permanencias, que pueden ser monumentos, el trazado de las calles, o el mismo trazado de la ciudad; son consideradas como hechos aislados, como sistemas del pasado, sin reconocer su importancia en la vida de la ciudad en el presente, y sin reconocer precisamente que pertenecen a estos dos tiempos: presente y pasado.

A su vez, cada uno de estos espacios-permanencias de manera individual, encierran también otra narrativa con sus propias unidades básicas, a otra escala.
Así pues, se trata de una cuestión de flujos y lenguajes, de conexiones e interpretaciones, de legibilidad del espacio urbano y territorial y de entendimiento de los imaginarios colectivos principales. Así que es importante reconocer la relación entre el lugar y los ciudadanos, dentro de esta memoria colectiva urbana.

Al igual que el arquitecto se pone “en los zapatos del cliente” para entender sus deseos a propósito de su solicitud de arquitectura; de la misma forma el arquitecto y el urbanista tendrían que convertirse por un momento en un habitante de la colectividad con la que están trabajando, para interpretar en carne propia la visión de la localidad, del paisaje y del universo que ahí se tiene.
Pero ¿Cómo lograr esta interiorización del territorio? ¿Cómo entender de manera adecuada los deseos, los miedos, las actitudes y la visión de la comunidad?
Seguramente existen muchas respuestas a estos cuestionamientos, pero esta propuesta expone principalmente tres: La observación, la convivencia y los procesos de diseño participativo.

Como ejemplo de estos tres ejes, está el caso del análisis de Xalitic (en Xalapa, Veracruz), hecho por estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UV en el año 2001, coordinados por la arq. Laura Mendoza Kaplan (México) y el arq. Toshio Kitahara (Japón). En esta ocasión, los estudiantes literalmente “acamparon” en la zona, por más de 24 horas. Observaron el sitio en todos los momentos del día, los acontecimientos físicos, estéticos y culturales que ahí se daban, convivieron con los integrantes del barrio a través de comidas colectivas y juegos y establecieron un proceso de participación con ellos, en el que, colgaban camisetas de un extenso tendedero a lo largo de la plaza inferior de este espacio público, en las que los vecinos y ciudadanos iban “pintando y escribiendo” sus deseos, anhelos y solicitudes para ese lugar. Al final, los estudiantes estaban tan involucrados con el sitio que lograron interiorizarlo y sentirse parte de ese barrio.

Sin embargo también existe otro recurso de central importancia en el proceso de interpretación y traducción: el conocimiento de la historia del lugar.
Comprender a través de la documentación y la entrevista con la comunidad, su historia, es medular para lograr una propuesta proyectual coherente. Así lo señala nuevamente J. Mark Schuster “Los recuerdos son recursos culturales importantes… la historia del recurso es más importante que sus características físicas. La historia del recurso debe desarrollarse para que los componentes se muevan en la variedad de escalas y, por lo tanto, la historia sea legible.” Aldo Rossi también habló en su momento de esta idea: “...la ciudad misma es la memoria colectiva de los pueblos; y como la memoria está ligada a hechos y lugares, la ciudad es el locus de la memoria colectiva.”

Alguna vez se me cuestionó el porqué anteponía la visión del estudiante de arquitectura a la percepción de la comunidad que es atendida en términos de urbanismo; contesté que no era así, que prevalecía la visión del grupo poblacional sobre la del proyectista, pero ahora pienso que no es necesariamente cierto.
En un proceso de proyectación, o de diseño si se quiere llamar así, es imposible dejar de lado la mirada del Traductor, del Interepetador, del proyectista. El proceso creativo involucra inevitablemente el sentir, pensar y actuar de quien proyecta; y eso precisamente es lo que le da la riqueza a la obra física, la combinación de las dos miradas, la de la sociedad y la de quien traduce sus deseos.


La propuesta

Más que hablar de una metodología preferiría señalar esta propuesta como un proceso, un proceso no lineal, un proceso que se retroalimenta a sí mismo, en el que en la etapa de análisis puedan surgir las primeras respuestas para el proyecto; y a su vez, sea en la etapa del proyecto donde surjan los cuestionamientos clave para la etapa de estudio del lugar.

Es importante aclarar que este “proceso” integra principalmente el enfoque del Proyecto Urbano a través de una perspectiva Estética, Simbólica y Narrativa; lo que no quiere decir que deban dejarse fuera los aspectos funcionales y estructurales (infraestructura, movilidad, usos del suelo, reservas, etc.) manejados ya por los planes de ordenamiento actuales. Ni tampoco quiere decir que con las soluciones formales y estéticas no puedan darse también soluciones funcionales, al contrario, el proyecto urbano debe satisfacer a todos estos aspectos.

Así pues esta propuesta intenta complementar el camino ya recorrido por la Planeación urbana en el Estado de Veracruz, pero en ningún momento intenta sustituirla ni quitarle valor. La estrategia de Proyectos Urbanos que se plantea aquí como proceso debe dialogar, cuestionar y trabajar en conjunto la Planeación, para lograr un proyecto integral y pertinente.

Esta propuesta no estaría completa si no se mencionan los medios de representación, ideación y presentación de cada una de las etapas; se presenta entonces a continuación un cuadro en donde se “sugieren” el tipo de herramientas de comunicación gráfica y verbal para cada caso, sin embargo se apunta que cada proyectista puede generar y presentar los medios a través de los cuales le es más fácil y efectiva su labor.

PROCESO DE INTEGRACIÓN DE LOS FACTORES ESTÉTICOS, EMOTIVOS, SIMBÓLICOS Y NARRATIVOS Y SUS MEDIOS GRÁFICOS.

Diálogo con el sitio Talleres de participación ciudadana
Observación e interiorización del sitio Esquemas, dibujos y perspectivas, fotografía, texto, audio y video. Maqueta
Identificación de los aspectos medulares que componen la identidad y cultura del lugar A partir de narrativas, A partir de recursos sensitivos, A partir del estudio de la forma urbana o territorial
Cartografía de los lugares diferentes, croquis, perspectivas, esquemas.
Interpretación Creación del plano de Zonas de intervención
Definir el relato de la comunidad
Concepto rector (más allá de la imagen objetivo)
Criterios de intervención Texto narrativo, dibujos, cartografía y esquemas. Maqueta de trabajo.
Comprobación de la interpretación 2º momento de talleres de participación ciudadana
Definición de la estrategia general de proyectos Fotografía, video y dibujos, cartografía de la estrategia general de proyectos.
Texto
Traducción Proyectos urbanos en los ámbitos de:
Paisaje, agua, vivienda, lugares de vida (espacios públicos), bordes, patrimonio y comunidad. Cartografía, perspectivas, dibujos, fotomontaje y video. Maqueta de presentación.


En primera instancia, se plantea un “Diálogo con el sitio”, ya no hablando así de un análisis en el que hay distancia entre el objeto estudiado y el investigador; sino que hay una correspondencia y un ir y venir de mensajes entre el sitio y quien lo estudia. Sus componentes serían los siguientes:

A. Diálogo con el sitio:
a) Aspectos formales:
• Conformación morfológica del asentamiento en relación a su entorno natural
• Factores de la forma física: Ritmo, repetición, escala, morfología, perspectivas, llenos y vacíos,
• La forma del territorio, el patrimonio y sus actividades
• Fachadas naturales, urbanas y sky line
• Sistemas de continuidades y fracturas
• Bordes, heterotopías y espacios singulares
• Vocaciones simbólicas del paisaje

b) Aspectos emotivos y sensitivos:
• El clima y el uso del espacio
• Los valores emotivos de la flora y la fauna
• Espacios sensitivos
• Uso del espacio y temporalidad (día y noche, estacional)
• La percepción de la vida en la vivienda
• La percepción de la vida en el espacio público

c) Aspectos narrativos y simbólicos:
• Historia e identidad
• Economía, equidad y diferencias
• Relaciones de vida culturales y de paisaje
• Caminos y memoria
• El agua como base narrativa
• Elementos primarios
• Los deseos de la comunidad

Como ya se ha dicho, la fase de Interpretación o traducción de los mensajes del sitio es angular en el proceso del proyecto de ciudad o territorio, así que éste se propone integrado por los siguientes aspectos:

B. Interpretación:
• El relato de la comunidad.- Aquí se contestará a la pregunta ¿Qué y para quien?, hablando de dar una respuesta a las necesidades de la comunidad, sus deseos y visión del sitio. Como síntesis de la etapa de diálogo con el sitio, en este apartado se intentará concentrar de manera gráfica y textual el relato (espacial y verbal) de la comunidad y su territorio, haciendo uso de técnicas como “el relato colectivo” y una “cartografía de las unidades básicas espaciales, o permanencias del territorio” .
• Zonas de intervención.- Como parte medular del proceso de proyecto habrá que contestar a la pregunta ¿Dónde? Y se identificarán aquellas zonas de mayor complejidad en donde se entretejan espacios, situaciones y fenómenos culturales, ecológicos y urbanos más representativos del sitio.
• Base conceptual.- Esta es la primera parte para dar la respuesta a la pregunta ¿Cómo? Tomando en cuenta que una de las partes fundamentales de esta propuesta es la narrativa, el proyecto general de la ciudad o el territorio debe partir de una base conceptual clara, en la que se hable de un mensaje general y en la que el imaginario colectivo cobre fuerza.
• Criterios e intenciones de intervención.- El segundo momento de la solución del Cómo. Aquí se definirán las maneras en las cuales se dé respuesta a los objetivos de la estrategia de Proyectos, a las solicitudes de la comunidad, y a las interpretaciones de su manera de ver su propio territorio. Estos criterios deberán de expresarse en sistemas arquitectónico-urbanos claros y gráficamente comprensibles para después ser llevados a su materialización en la etapa de Proyecto. Se enfatizará aquí el planteamiento espacial de los aspectos simbólicos, estéticos y narrativos ya mencionados.
• Estrategia general de proyectos.- Es donde se concentran las respuestas a ¿qué? ¿Para quién? ¿Dónde? y ¿Cómo? , en una cartografía y esquemas síntesis que definen concretan y nombran cada uno de los proyectos principales que habrán de dar respuesta a lo estudiado en “diálogo con el sitio”.

Finalmente, se llega a la etapa de Traducción, donde se ponen a prueba las capacidades del proyectista, y donde la labor del arquitecto y urbanista cobra más valor y fuerza. Esta propuesta sugiere la intervención de una serie de 7 aspectos proyectuales, a fin de que se resuelvan de manera detallada, a fin de conformar ya definitivamente el Proyecto de la comunidad.

C. Traducción:
1) El proyecto del paisaje.- Entendido en sus tres acepciones: paisaje natural, paisaje urbano y paisaje cultural; donde medio ambiente e interpretación del mismo se concentran en una sola propuesta.
2) El proyecto de la vivienda.- Centro de vida de la comunidad, en donde habrán de volcarse las líneas del proyecto que resuelvan las necesidades (todas las fundamentales: Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Identidad y Libertad) y mejoren la calidad de los espacios íntimos, privados, individuales y colectivos, con toda su carga simbólica y narrativa.
3) El proyecto de los lugares de vida.- Donde habrá de materializarse la potencialidad de las permanencias o unidades básicas del relato del territorio, donde habrá de buscarse el acercamiento y la proyección de la identidad local y donde la comunidad debe sentirse identificada principalmente.
4) El proyecto de los bordes.- Donde se atienda al principio de Equidad territorial, difuminando aquellas zonas donde se establecen fracturas físicas y consecuentemente culturales (y viceversa); solucionando la transición entre ciudad, naturaleza y campo o potencializando la que ya exista.
5) El proyecto del agua.- Este aspecto del medio natural se ha dejado como un ámbito especial dada su importancia simbólica, estética y también funcional y económica en la vida de los pueblos tanto antiguos como contemporáneos, así que esta propuesta sugiere que sea el Agua misma un elemento protagónico del Proyecto de la comunidad.
6) El proyecto del patrimonio.- Atendiendo al patrimonio tangible e intangible y dando una respuesta física para cada uno de éstos. Hilvanando y conectando cada uno de estos espacios que representan la especialidad de la memoria y los imaginarios colectivos y dándoles un valor contemporáneo para su conservación y continuidad en el presente y futuro.
7) El proyecto de la comunidad.- Éste serpa para cada caso distinto, por lo cual es difícil especificarlo de manera general en un proceso de proyectación, sin embargo, habrá aquí de darle especial relevancia a lo que hablando de espacios y fenómenos urbanos, puedan contribuir a la realización de una ciudad o ámbito rural más agradable, amable, bello y significativo para sus habitantes.

Este como todos los procesos no representa un inicio y un fin en sí mismo, es sin embargo el articulador con otra serie de procesos en los que se pueda complementar la actividad urbanística surgida de las escuelas de arquitectura, es un proceso que puede y debe ser cuestionado, que busca más generar dudas que respuestas, a través del cambio y la dinámica en la investigación del urbanismo y del proyecto, y sobre todo el enriquecimiento y la valoración de las comunidades urbanas y rurales a las que esta propuesta ha estado dedicada.

“Arar ciudades sembrar las nuevas
que esperemos crezcan en armonía con la calidad del terreno,
los deseos de la gente, el pasado y el futuro.”
Mariano J. Strasslus

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